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Periódicos en guerra

El 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil española, pero ésta no se decide sin motivos. Existen unos antecedentes que nos son necesarios para comprender los hechos. [1]Los conflictos habían comenzado ya tras 1917, con la Revolución Rusa, la Guerra Mundial, los movimientos obreros… Además, en España se estaba dando una crisis en la milicia; en 1921 se había producido el desastre de Annual en África; y existía también un desorden político (hubo catorce gobiernos en cinco años). El problema social era ya muy evidente y las soluciones que se proponían no servían. De la mano del rey Alfonso XIII llegó entonces al poder Primo de Rivera con su Dictadura (1923-1930), por la que se llegó a alcanzar una coyuntura económica favorable, pero no la reconstrucción de la vida política del país. [2]Más tarde, la crisis americana del año 29, con su enorme capacidad destructora, afectó también a España, que presenció una brutal caída de sus exportaciones.

[3]En enero de 1930, Primo de Rivera presenta una petición de respaldo a los militares, y, al no proporcionárselo, se exilia y muere en marzo de ese mismo año. Ningún político quiere asumir el poder entonces, y el rey decide confiar el Gobierno al militar Berenguer, pero su mandato supuso un auténtico fracaso. Fue a Ortega y Gasset a quien se le ocurrió llamarlo «el error Berenguer». Tras ese «gran hallazgo» llegó otro semejante: el del almirante Aznar, que decide convocar elecciones para abril de 1931. La oposición, para estas fechas, ya había crecido considerablemente. Los intelectuales y el pueblo querían la República por rechazo al régimen instituido. Así, las urnas dieron el triunfo a los candidatos republicanos en los grandes núcleos urbanos, y la II República se instauró, pues, el 14 de abril, sin violencia y muy apoyada por la mayor parte de los españoles. [4]«El nuevo régimen estaba llamado a enterrar la vieja España. Se esperaba un revolcón social con la reforma agraria, el protagonismo obrero y un correctivo a la omnipresencia de la Iglesia». Sin embargo, en el fondo, nadie defiende la República. Todos los partidos van a mirar más por su propio desarrollo, que por la estabilidad del régimen, y, así, la República fracasó por sus problemas internos y su incapacidad de llevar a cabo un programa reformista demasiado amplio. [5]A partir de la proclamación de este nuevo régimen, comenzó una etapa en la que «la prensa estuvo inmersa en una crisis en todos los niveles, que desembocó en la Guerra Civil». Es cierto que la actividad periodística se desarrolló en gran medida en este periodo, por el ritmo que ya había alcanzado y por el débil progreso del cine y la radio; sin embargo, la crisis económica, social y política que gobernaba en aquel momento entorpeció en numerosas ocasiones su avance. Al principio, la prensa constituyó una amenaza para los gobernantes, porque la mayoría de los periódicos relevantes eran antirrepublicanos (ABC supuso el caso más doloroso para ellos, pues poseía una gran tirada, una enorme capacidad de generar opinión, y de ningún modo aceptaba la República, aunque no se adscribía a ningún partido político para no «mermar su independencia». [6]Aún así destacó por sus campañas de opinión en contra de la Constitución laica y progresista en 1931). Las publicaciones que sí van a  aceptar la República son, entre otras: Heraldo de Mdrid, La Libertad y El Liberal.

[7]En febrero de 1936 hubo elecciones, que fueron ganadas por los partidos de la izquierda (el Frente Popular agrupaba a estos partidos, mientras que la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas, lo hacía con los partidos de derechas.) Tras los resultados electorales, se llegó a una cifra elevada de desórdenes y asaltos. Entre el 16 de febrero y el 13 de mayo hubo 204 muertos, más de 1000 heridos graves, 124 iglesias destruidas, 217 parcialmente incendiadas [8](«España es quizá el país con el mayor número de personas que murieron a causa de la fe en este siglo XX»), y fueron destruidos los talleres de los diarios «La Nación«, de Madrid y «Diario de Navarra«, de Pamplona, pese a estar estos protegidos por los obreros. En la Guerra Civil española se enfrentaron los nacionales (los derechistas), a los republicanos (los de la izquierda.) Ambos bandos ignoraron el respeto y la tolerancia. Las circunstancias eran pésimas: una economía retrasada, una oligarquía terrateniente preocupada sólo por sus beneficios, una estructura social con grandes diferencias, unas clases bajas en continuo crecimiento… Desde marzo se venía gestando el Golpe de Estado militar. El ejército se había dirigido al Gobierno aconsejándole un cambio de política, y la respuesta del Ministro de Defensa fue el cambio de destino de los generales más destacados: Franco a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona. Este último coordinó el Levantamiento y buscó el apoyo de las organizaciones políticas opuestas al Gobierno. La sublevación militar se inició en el protectorado español de Marruecos el 17 de julio. Al día siguiente, había levantamientos en casi todas las comandancias militares de la Península. Esta guerra reflejó el enfrentamiento ideológico entre la izquierda y la derecha europeas. Tuvo un carácter moderno, con grandes ofensivas, utilización de tanques, aviones… factores que  presagiaban la Segunda Guerra Mundial.

[9]Se trata de una época de gran inestabilidad periodística, ya que se dan muchos cierres. Hay más periodos de excepción que de normalidad, y la prensa lo sufre de manera notable. Ésta mantiene una gran participación en la Guerra Civil, y lo hace con una finalidad propagandística bien clara. Interpretó un papel protagonista, porque los periódicos que representaban a las fuerzas políticas tenían un discurso más radical que los partidos a los que representaban. Poseían una enorme capacidad de crear opinión, y en los dos bandos se impuso un sistema de control férreo sobre los medios del otro bando: se incautaban de la prensa del enemigo, y ello alteró el panorama periodístico. En 1938, el bando sublevado aprobó una ley para justificar el trato que se le daba a la prensa, y en donde queda clara la orientación antiliberal. Así y todo, en la zona republicana se dio una mayor actividad que en la nacional, por estar los de la izquierda en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao); por la necesidad de motivar a los soldados; y, también, porque los partidos obreros ya estaban acostumbrados de años anteriores a manejar la propaganda.[10]«En el bando republicano, los órganos de la derecha cambiaron de manos. En Madrid, un Consejo Obrero de CNT y UGT decidió incautarse de los periódicos enemigos, como por ejemplo ABC de Madrid, que pasó a Unión Republicana (Martínez Barrio), o El Siglo Futuro (de la Comunión Tradicionalista), que pasó a CNT». Otros periódicos republicanos fueron El Pueblo Vasco, Claridad (de Caballero, líder del Partido Socialista, y [11]«querido colega» de ABC Madrid), El Socialista, La Voz, Ahora y los ya mencionados La Libertad, El Liberal y Heraldo de Madrid. Periódicos cuya idiosincrasia respondía fielmente a la realidad de la República: de izquierdas, con ansias de crear [12]«una democracia de nuevo tipo, antecedente de lo que serían los regímenes comunistas tras el telón de acero», defensores del proletariado, anticlericales, revolucionarios, extremistas, exageradores de la realidad, motivadores, propagandísticos y con un lenguaje improvisado y urgente (estas seis últimas notas compartidas con los periódicos de derechas). 

[13]En el bando nacional, los periódicos de derechas tradicionales continuaron funcionando sujetos a una censura, y «surgieron otros nuevos, órganos del nuevo partido único, surgido en 1937 (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), la mayor parte de ellos procedentes de la incautación de periódicos de izquierda». Entre los «periódicos sublevados», además de los falangistas, destacaron diarios de información general: ABC de Sevilla; El Norte de Castilla, de Valladolid; El Noticiero o el Heraldo de Aragón y La Gaceta del Norte, de Bilbao. Muchas de sus características fueron similares, como se ha mencionado, a las de los periódicos republicanos: revolucionarios, ya que fueron los que se alzaron, exagerados, adoctrinadores de política e ideología, dados a la motivación de sus soldados…; otras, divergentes: Acérrimos defensores de la Iglesia y de derechas (y ello significa estar en desacuerdo con el Comunismo de los de la izquierda: [14]«La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representan los nacionalistas, sean los que fueran sus defectos, que se han batido en su gran cruzada anti-Komitern»).

ABC constituyó un caso verdaderamente original y único. Con el comienzo de la guerra, cesa la publicación de ABC de Madrid (número 10.344 del 19 de julio), y se convierte en republicano, ante el asombro de todos ([15]un soldado llega a preguntar si se trata de una broma), mientras que, en Sevilla, continúa siendo nacional: [16]«Bajo una misma cabecera, los nuevos redactores del madrileño y los habituales del sevillano intentan defender desde una zona y otra la doble realidad de la nueva situación española«. [17]Dice el diario madrileño: «Este periódico tiene frente a sí un porvenir de vida republicana, franca y leal, de honda y sincera compenetración con el pueblo… Combate contra el clericalismo y militarismo, las dos espantosas plagas nacionales que forman el fascismo… Amigo de la libertad y la democracia…». Asimismo, habría que destacar, a propósito de estas últimas frases, esa exageración y falta de visión de los propios errores que decíamos caracterizaba a los periódicos de guerra, ya que el bando republicano habla de libertad y democracia, cuando, paradójicamente, su ideología era de exclusión (del «clericalismo y militarismo»). También los sublevados se contradicen cuando afirman que [18]no odian a los republicanos, y que su alzamiento no se da a causa de venganza.

 [19]Por el contrario, la sublevación militar triunfó enseguida en Sevilla, aunque algunos se hayan resistido en ese primer momento: [20]ABC, el día 20 de julio, invitaba a la rendición, con palabras radiadas por el general Queipo de Llano: «Toda persona que posea armas ha de entregarlas inmediatamente… Las personas de orden y amantes de la verdadera justicia deben presentarse al Gobierno Civil a ofrecer el concurso que su conciencia le dicte…».

[21]En ambos periódicos se puede ver un tono de exaltación, de pasión y de insultos para con el enemigo, y unos objetivos de «opinión, información dada según los propios intereses, propaganda y motivación«: [22]«¡Viva España!, ¡Sevillanos honrados!, Espíritus desaprensivosEscondiendo la cabeza lo mismo que el avestruz… Labor depuradora que el país necesita… Noticias particulares aseguran que Mola ha entrado en Madrid, de donde ha desaparecido el Gobierno… Y [23]¡Viva la República!… Rebelión cruenta y desaprensiva… El triunfo es nuestro¡¡Rendición no la esperes!![24]Los republicanos estaban en la calle para dar la vida por la República cuando fuera menester… u [25]«os veo contagiados en esa ola de valor que, cuando surge, lo arrolla todo». Por otra parte, horrorizadamente, uno puede comprobar que personas de ambos bandos se enorgullecen de matar y, en el caso de los republicanos, [26]de robar a la Iglesia; creen realmente que el fin justifica los medios: [27]«Nosotros no fusilamos sólo a algún soldado. Fusilamos a las gentes, por altas que estén, siempre que hayan faltado a su deber» o [28]«Hágase cargo el proletariado del poder y haga de España lo que merece, y, si es preciso verter sangre, debe verterse».

[29]Algo interesante lo constituye, por otra parte, el asunto de la legitimidad de la sublevación, en los dos diarios. Obviamente, ambos piensan que sus posturas son legítimas «en un juego dialéctico de imposible conciliación», y las contrarias, ilegales. [30]Indalecio Prieto, ex ministro de Obras Públicas en aquel momento,  afirma sobre el Levantamiento: «Rebelión más cruenta de la historia de España… Mide tu equivocación…». Por su parte, el general Francisco Franco habla de «[31]defensa de la nación, situación crítica, anarquía, revueltas de los gobernantes, asesinatos, hambre que lanzará a la desesperación de los trabajadores, ataques a monumentos y tesoros artísticos, pureza de nuestras intenciones…»; Es decir, enumera causas para justificar los hechos. La tergiversación de ellos, la ya mencionada exageración para motivar a las propias gentes y desmotivar a las contrarias, por otro lado, supone un factor clave en este periodo, por parte de ambas versiones: [32]«Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República…, absurdo intento…, el Gobierno domina la situación…, no tardará muchas horas en estar normalizada la situación». Y en la otra España: [33]«En todas partes las fuerzas militares han restablecido ya el orden: Gijón, Oviedo, León… El triunfo total está muy próximo…». Además, resulta inaudito leer un mismo hecho en los dos diarios, ya que difieren totalmente el uno del otro: [34]«Parece que se afirma la noticia de que Valencia se ha unido al Movimiento Nacional«, frente a [35]«Cómo ha evitado el heroico pueblo valenciano la Sublevación en la capital levantina»; un fiel reflejo de esa doble realidad que se vivía entonces, y que continúa aún hoy al continuar España dividida en esas dos ideologías: [36]El general Martínez Monje, para calmar la tensión, comunicó por radio al pueblo de Valencia que la rebelión había sido dominada; sin embargo, «nada de eso era cierto. Más tarde, los líderes sublevados, no viendo salida a su rebelión, se fueron a zona nacional». Por otra parte y sobre idénticos hechos, Fernando Cortázar y José Vesga comentan: «Valencia rechazó militarmente los intentos de asalto de los franquistas, convirtiéndose en el símbolo internacional de la resistencia al fascismo». Otro ejemplo de cambio de una realidad, de versiones diferentes de un mismo hecho, lo crea el caso de la muerte de Sanjurjo. Mientras que en ABC Madrid (5 de agosto de 1936) se dice que la avioneta se estrelló contra el suelo al llevar dos pesados baúles de contenido desconocido, que el piloto huyó sin ocuparse del general, y que, más tarde, se le entrevistó a éste muy duramente, pero que echó la culpa a un piloto portugués; en ABC Sevilla, se ofrece otra visión de los hechos, divergente hasta en los más nimios detalles, informando de que el avión se estrelló contra un muro, porque las condiciones del aeródromo eran malas, y que el piloto «fue despedido del aparato y Pudo salvar la vida». [37]Lo cierto es que en la actualidad se dice que Sanjurjo llevaba un gran baúl con el uniforme de gala que se pondría para celebrar que iba a ser el Jefe de Estado, y que, además, el aeródromo era pésimo. Se dieron también rumores de que este accidente pudo ser un atentado o un sabotaje, pero nunca se pudo demostrar nada.

En definitiva, los periódicos de esta época se presentaban como apasionados, desenfadados, manipuladores, propagandísticos, motivadores, defensores a muerte de una causa que creían justa, atacantes continuos de causas contrarias… se presentaban como los auténticos líderes de la guerra, como los verdaderos protagonistas de ella, luchando unos contra otros, como si en el campo de batalla se hallasen. Por ello, no constituían periódicos de guerra, sino que eran y se les nomina: periódicos en guerra.  

 

 

 

 


[1] Información obtenida de los apuntes de Historia Contemporánea de España, asignatura impartida por Don Francisco Javier Caspistegui, en 2001.

[2] Información obtenida del libro Breve Historia de España, de Don Fernando G. de Cortázar y José M. González Vesga, Alianza Editorial, Madrid, 1994.

[3] Historia Contemporánea de España, de Don Francisco Caspistegui.

[4] Breve Historia de España. Fernando de Cortázar y José G. Vesga.

[5] José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera, Historia del periodismo español  desde los orígenes hasta 1975, Eunsa, Pamplona, 1992.)

[6] «El diario ABC, enemigo de la República española y de la autonomía catalana» por José Luis de la Granja Sainz, que habla, en este artículo, del libro de Josep Figueres, Història de l´anticatalanisme. El diari ABC i els seus homes, 1997, Tarragona.

[7] Información obtenida de Historia Contemporánea de España, de Francisco Caspistegui.

[8] Jesús Colina, corresponsal en Roma, transcribe cuanto se dijo en el Congreso sobre la persecución religiosa en España (1931-1939), celebrado el 20 de enero pasado, en la sede del Ateneo Pontificio Apostolorum.

[9] Ideas sacadas del libro Historia del periodismo español desde los orígenes hasta 1975, José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera, Eunsa, Pamplona, 1992.

[10] Cita e información de Historia de la prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero, Centro de estudios Ramón Areces, 1994.

[11] «»LA RECOGIDA DE NUESTRO NÚMERO DE AYER» (ABC Madrid, 2 de agosto de 1936)

[12] Cita de Francisco Torres García en su artículo La Tercera República Española o la República revolucionaria, publicado en el número 74 de la revista Arbil.

[13] Información y cita obtenida de Historia de la prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero, Centro de estudios Ramón Areces, 1994.

[14] Cita de Besteiro, Presidente del Consejo de Defensa, en un memorando privado, que, años más tarde, en un artículo de Arellano, reprodujo ABC de Madrid en su número del 1 de abril de 1963.

[15] «LA SORPRESA DE UN SOLDADO ANTE ABC REPUBLICANO» (ABC Madrid, 26 de julio de 1936)

[16] Los dos «ABC«-de Madrid y de Sevilla- en la primera fase de la Guerra Civil, María Dolores Saiz.

[17] «ABC, REPUBLICANO» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936)

[18] «LA PATRIÓTICA ALOCUCIÓN DEL GENERAL FRANCO AL INICIAR EL MOVIMIENTO» (ABC Sevilla, 23 de julio de 1936)

[19] Idea sacada de María Dolores Saiz.

[20] «VIVA ESPAÑA» (ABC Sevilla, 20 de julio de 1936)

[21] Idea y cita obtenida de Saiz.

[22] «VIVA ESPAÑA» (ABC de Sevilla, el 20 de julio de 1936)

[23] «¡VIVA LA REPÜBLICA!» (ABC de Madrid, el 25 de julio de 1936)

[24] «AL FIN, LA REPÚBLICA VA A SER REPUBLICANA», de Augusto Vivero (ABC Madrid, 6 de agosto de 1936)

[25] «¡VIVA LA REPÚBLICA!» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936)

[26] Información obtenida de «LIMPIA HONRADEZ DE LAS MILICIAS NACIONALES» (ABC Madrid, 4 de agosto de 1936)

[27] «UN EX MINISTRO DE LA MARINA FUSILADO» (ABC Sevilla, 8 de agosto de 1936)

[28] Indalecio Prieto, el 4 de febrero de 1934 en el cine Pardiñas de Madrid.

[29] Idea y posterior cita obtenidas de Saiz.

[30] «¡VIVA LA REPÜBLICA!» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936).

[31] «LA PATRIÓTICA ALOCUCIÓN DEL GENERAL FRANCO AL INICIAR EL MOVIMIENTO» (ABC Sevilla, 23 de julio de 1936)

[32] «NOTAS OFICIALES RADIADAS POR EL GOBIERNO ACERCA DEL MOVIMIENTO MILITAR» (ABC Madrid, 19 de julio)

[33] «UNA NOTA DEL GENERAL FRANCO» (ABC Sevilla, 22 de julio de 1936)

[34] Titular de ABC Sevilla, 28 de julio de 1936

[35] Titular de ABC Madrid, 28 de julio de 1936.

[36] Información y cita de Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días, ediciones Grijalbo, S.A.

[37] Información obtenida de Internet (http://usuarios.lycos.es/guerracivil/sanjurjo.htm)

La prensa de partido frente a la prensa noticiera (el caso navarro)

A lo largo del siglo XIX, la actividad periodística española se mezcló con la política. Ya en la década de los treinta existían organizaciones políticas, se celebraban elecciones de modo regular, y, en esta época isabelina (1833-1874), aunque se sucedieron distintos gobiernos, se dio una estabilidad de fondo marcada por un orden liberal.

El elemento imprescindible para un partido político lo constituía un periódico: por este canal se daban a conocer las campañas electorales, en su sede se reunían los miembros del partido, constituía centro de conspiración, y otras funciones subsidiarias parecidas. Así, el medio impreso se convertía en instrumento de la organización política, confiriéndole cohesión y operatividad, a la vez que se iba configurando de modo peculiar la actividad periodística. A los periódicos les era imprescindible contar con una institución que les apoyase, ya que necesitaban financiación; de modo que estos aún no tenían capacidad de crear sus propios recursos para subsistir, lo que significa y denota una considerable debilidad del periodismo en aquellos tiempos. Todo periódico de información general vivía a la sombra de un partido político, y no existía una idea definida de la profesión de periodista, no había una coherencia profesional: los que elaboraban información eran políticos, escritores o personas que aspiraban a desarrollar estas actividades algún día. El periodismo, para ellos, significaba un paso intermedio en la carrera de sus aspiraciones. Digamos que, como no se daba una verdadera estabilidad política, tampoco surgía la de la actividad periodística, al ser las dos actividades complementarias.

En 1847, Santa Ana, un innovador en la actividad periodística española, comienza a trabajar como secretario de un duque (casado con una hermana de Isabel II), y, en el 48, confecciona para él unas minuciosas cartas sobre la vida política madrileña: así pues, en octubre, nace la Carta Autógrafa, lo que pasará a llamarse, en 1859, La Correspondencia de España. Para algunos estudiosos, un mero servicio de noticias, antecedente de las agencias de prensa; para otros, el primer paso de la prensa noticiera, un periódico informativo, ya que no se encontraba ligado a los intereses de las organizaciones políticas, y financiado por la publicidad inserta en sus páginas, y no por un partido político. Otro de los diarios pionero en desligarse de partidos políticos fue El Imparcial, que alcanzó su máximo desarrollo en los años setenta.

A mediados de siglo, con el desarrollo del correo, del telégrafo y el surgimiento de la idea de salir a la calle a conseguir la noticia, el periodismo parece comenzar, con pequeño paso, la larga etapa hasta su definición. Corto paso, ya que no es hasta 1865 cuando se crea la primera agencia de noticias en España; continúa dándose una escasa elaboración de las noticias; y, además, el telégrafo se encuentra en manos de instituciones, así que está sometido a un control gubernamental, a una censura. Sin embargo, las nuevas tecnologías permiten que esta actividad cobre fuerza. Por ejemplo, en España, las fábricas productoras de papel fueron aumentando en número durante la segunda mitad del XIX y principios del XX.

En 1874 llega la Restauración, periodo que termina en 1885 con la muerte de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, su mujer, hasta 1902. En esta época, la prensa va a adquirir una mayor capacidad de influir y crear opinión. El sistema político está conociendo una estabilidad que se asemeja al modelo francés: es el régimen de Cánovas del Castillo, que dio forma al sistema de dos partidos (conservador y liberal), alternándose en el poder bajo el marco legal de la Constitución de 1876. Constitución que asevera que existe ahora una libertad religiosa: el estado deja de ser confesional católico, algo que levantó una gran polémica entre los sectores confesionales.

En 1883 se aprueba la ley de prensa, por la firmeza adquirida de la vida política, una realidad que confirió una mayor estabilidad a la actividad periodística e hizo que el liberalismo se consolidase. Antes de la aprobación de la ley de 1883, se consintió el Decreto de 29 de enero de 1875, que era muy restrictivo. Cánovas se encontraba al frente del Gobierno y la prensa se veía negativamente. Se buscaba con el decreto, sobre todo, la defensa de la monarquía, y, para conceder licencias de publicaciones, el derecho lo ejercía el ministro de gobernación, que censuraba cuanto quería. Con la llegada del partido fusionista liberal al poder, en 1881 con Sagasta, la libertad de la prensa fue aún mayor, aunque se seguían censurando publicaciones. Por otra parte, la Iglesia también ostentaba el poder de censura, e «influía mucho mediante recomendaciones y detracciones» (Historia del Periodismo Español desde los orígenes hasta 1975. de José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera. Eunsa, 1992).

A fines del XIX, comienza a cambiar la realidad española, con la aparición de la opinión pública (que pasa a ocupar un papel clave en el funcionamiento del sistema político) y el movimiento obrero, y la prensa, por tanto, también empieza a evolucionar. Se trata de una época de alternancia en el poder, sin revoluciones; de debate público, sin armas. Los nuevos periódicos (prensa noticiera) convivieron durante años con los políticos (no ya de partido), aunque tuvieron sus orientaciones ideológicas concretas. Así, por ejemplo, en 1913, había «156 periódicos de información frente a 586 políticos» (Historia de la Prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero. Centro de estudios Ramón Areces, 1994). Este fenómeno no se transforma en prensa de masas, como en el resto de Europa, pero sí se consigue una mayor difusión que en los años anteriores a la época de la Restauración.

En Navarra, es de destacar La Tradición Navarra, subtitulado «Diario Católico-político», que apareció el 6 de octubre de 1894, y lo redactaba la Junta Regional del partido integrista en Navarra. Discrepaban de los que aceptaban la monarquía constituida, por ser estos liberales, ya que para los integristas ello significaba ser contrarios a sus principios religiosos, y se oponían también a los carlistas por advertir en ellos una caída en un oculto liberalismo. El antecesor de este periódico es El Tradicionalista, que cerró un año antes.

En la línea carlista, es de destacar uno de los diarios objeto de estudio de este ensayo: El Pensamiento Navarro, que surgió el 17 de octubre de 1897, y fue continuador de La Lealtad Navarra. El Pensamiento fue el órgano oficial del partido carlista en Navarra, fundado y dirigido por su Junta Regional. Surge con cierta originalidad, con unas características propias diferentes a las de los otros periódicos oficiales de partidos, y es que mantiene una preocupación por lo informativo, además de no insultar a sus rivales y saber evitar los aburridos editoriales tan propios de la época. «Se trata del primer periódico moderno de Navarra» (La Prensa Navarra a fines del XIX. Ana María Calzada. Universidad de Navarra, Instituto de Periodismo, 1964, Pamplona). Leyendo el propósito de El Pensamiento Navarro, queda bien claro cuáles son sus características en el plano político y religioso: El carlismo es la única fuerza capaz de restablecer España y terminar con las negativas consecuencias del liberalismo, el foralismo es fundamental en su programa y el catolicismo se aprecia en cada una de sus frases. Resulta increíble el tesón y la fuerza que se refleja en su programa, su apasionamiento por la causa que quieren defender. Ejemplos de sus ideas y de este ardor político y religioso son: «Soldados somos de la bandera carlista… energías…, entusiasmos…, corazón…, defenderemos…, combatiremos…, solicitar la censura eclesiástica…, se pone incondicionalmente a las órdenes de nuestro prelado…, hijo sumiso y fiel servidor…, ardores de su corazón…, sentimiento monárquico tradicional y fuerista…, luchar en la palestra…».

Durante unos meses, salió a la calle con un título distinto, por una intentona carlista fallida en 1899, por la que el Gobierno suprimió todas las publicaciones afines al carlismo. La tirada de este diario era de 1800 ejemplares.

En esta época de finales y principios de siglo, adquirió especial relevancia la cuestión de la ortodoxia cristiana. En España surgieron, en esta línea, periódicos católicos como El Universo, La Verdad, La Gaceta del Norte, El Correo de Andalucía… Existía «la buena y la mala prensa», siendo la católica la primera, y la liberal, la segunda. En Pamplona, se puede decir que no existía «mala prensa», ya que casi todas las publicaciones eran católicas por encima de todo. Eustaquio Echave-Sustaeta, primer director de El Pensamiento Navarro, para demostrar este sentimiento católico navarro tan profundo, hizo esta comparación: «La moral de Pamplona está por encima del violín de Sarasate». Los que conocían la admiración de los navarros por este músico «entendieron perfectamente lo que quería decir» (La Prensa Navarra a fines del XIX«. Ana María Calzada. Universidad de Navarra, Instituto de Periodismo, 1964).

Diario de Navarra nació el 25 de febrero de 1903, y parecía que tenía unas características diferentes respecto a la «buena prensa». En su programa, se presenta una redacción original, distinta. Se le echaba en cara a esta publicación su elusión a la cuestión del Catolicismo; sin embargo, dice bien claro: «No tenemos por qué escuchar otras voces que las de la conciencia propia formada al calor de los principios de la religión católica«. Quizá no afirmaban esta idea diez veces, ni lo hicieron con el ardor de otros diarios, y ello fue suficiente para que les tachasen de anticatólicos. Desde luego, para este diario, la motivación religiosa no fue la primordial. Parece, también, leyendo sus principios editoriales, que aspiraba a llegar alto: «Venimos a informar a nuestros lectores de los sucesos del mundo«.  Y, por supuesto, algo fundamental es que se trataba de prensa noticiera y no de partido: «Ni escuelas ni partidos, imparcialidad, verdad, justicia…, respeto a las opiniones políticas, censura al opresor, voz al oprimido, libertad a la crítica…, principios morales…, no al personalismo…. no tenemos compromiso ni con la derecha ni con la izquierda…».  Otros aspectos que se deben destacar de Diario de Navarra es su amor a Navarra: «Amor a nuestras leyes forales…, alma de todos los navarros«; y, por otra parte, su deseo de elevar el grado intelectual de la sociedad. Esto lo demuestran con sus palabras: «Poner al servicio de los lectores nuestro modesto esfuerzo, para orientar la opinión en sus desvaríos, buscando a veces con ella también corrección de los yerros propios». Diario de Navarra tenía, pues, unas determinadas características. Era: «instructivo, informativo, religioso, independiente, conservador, navarrista e imparcial» (Los comienzos del Diario. José J. Sánchez Aranda. Ediciones y Libros, S.A. Pamplona, 1983)

Así pues, una vez descrita la situación de la prensa española a finales del XIX y principios del XX, y habiendo analizado brevemente los dos diarios objetos de estudio, señalando ambas idiosincrasias, sólo nos queda compararlos para comprobar cuáles son sus principales semejanzas y diferencias.

Como semejanzas, habría que señalar el interés por lo informativo, ese sentimiento de amor a la patria, Navarra, y a los fueros, que profesan los dos periódicos; y, por otra parte, su afinidad con la religión católica. Estos son los tres puntos en los que coinciden ambas publicaciones. Sin embargo, bien cierto es que, en una y otra, resultan diferentes los modos de expresar esa conformidad: ya se ha comentado la manera exaltada de la que hacía gala El Pensamiento Navarro, mientras que en Diario de Navarra el resultado se tradujo en un tono de calma y sosiego. Parece que uno sale a la calle con ansias de embriagadora lucha, de febril combate, de ríos de sangre, podríamos decir, y el otro, con deseos de pugna, pero una silenciosa contienda bien distinta: la lidia contra la ignorancia del pueblo. También es de destacar la consideración que de ellos mismos tienen estos diarios: El Pensamiento sale a la luz muy seguro, conocido (por sus ideas) «de toda la vida», agresivo, chulo… En su propósito se dice: «Después de las anteriores manifestaciones de nuestras autoridades políticas, nos creíamos relevados a escribir estas líneas para presentarnos al público» y «No vemos la necesidad de hacer un minucioso trabajo para hacernos conocer ante el público». Diario de Navarra lo hace con una fuerza mucho menor. Se trata de un proyecto nuevo, desconocido, diferente al resto de las publicaciones, y eso se nota. Además, a diferencia del otro diario, afirman y escriben con modestia: «Poner al servicio de los lectores nuestro modesto esfuerzoyerros propios«.    

En relación con las diferencias que se dan entre ambos diarios (aparte de las ya citadas), la primordial, en la que quizá se engloben las demás, sería que El Pensamiento pertenece al Carlismo, es decir, se trata de prensa política, de partido (aunque tratase también lo informativo); y Diario de Navarra se declara Periódico Independiente, imparcial, o sea, prensa noticiera. La pertenencia a un grupo u otro determina en buena medida ese tono, ese estilo de redacción del diario; los contenidos del mismo; sus aspiraciones…

 

Lo que queda bien patente tras el estudio es que ambas publicaciones han contribuido en suma medida a la historia del periodismo, a la evolución de un arte que, en aquellos tiempos, tanto necesitaba un cambio.

La mancha de Londres

En un determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres… siempre se forma la misma mancha.

Cuando uno la ve por vez primera parece de agua, de zumo, o de una bebida gaseosa que algún desconsiderado no inglés ha tirado allí en medio.

Pero cuando al día siguiente o al otro uno pasa de nuevo por allí, descubre que la mancha siempre está en el lugar exacto. No un poco más a la derecha; no un poco más a la izquierda, sino allí. Allí mismo.

Y si el tal uno decide pasar a las siete de la tarde por aquel determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres, descubrirá a un hombre. El hombre que no cesa de limpiarla. Siempre. La misma mancha. Todos los días. A la misma hora.

Con la mirada anclada en otro tiempo; en otro espacio; con la cabeza gacha pero el cuerpo erguido, ese hombre intenta quitar la mancha que nunca se quita. Él sabe que es imposible limpiarla, que debe de ser de una grasa especial y que a buen seguro gotea de forma intermitente aunque invisible de un techo abierto que la observa.

Pero ése es su trabajo. Se lo ordenan y él lo hace. Nunca se le ocurriría protestar por ello. Quién sabe; quizá un día, si se quejase por ello, le quitarían el puesto y se lo darían a otro. ¿Por qué iba a hacerlo, además? A él no le molesta frotar aquella mancha. De hecho, se pasa todo el día limpiándolo todo de una pasada, sin volver a pasar por el mismo punto. Pero ése; ese punto es diferente. Él sabe que allí hay algo esperándole sólo a él; algo inamovible; algo eterno. A él ya no le importa nada más de su trabajo. Solamente intentar quitar la mancha, sin saber que en el fondo no desea quitarla.

Sin saber eso, y que hay una compañera suya que todos los días, siempre antes de las siete, deja caer aceite en aquel determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres.

El aburrimiento

Nada que hacer. Absolutamente nada. Tengo que permanecer sentada delante de este ordenador, sin poder acceder a Internet o levantarme a hacer otro descanso. Descanso de no hacer nada.

Lo único que puedo hacer es abrir Word y escribir esto, que es aburrido. Aburridísimo. Porque del aburrimiento sólo puede salir algo insulso. Pero ¿será realmente así? Si estoy divirtiéndome y decido escribir algo ¿será ameno debido a mi actitud? Y ¿acaso alguien escribe cuando lo está pasando bien? ¿Es que para en ese preciso momento para escribir? A mí me parece que uno escribe cuando se siente deprimido, obligado por trabajo o simplemente muy inspirado, que por otra parte se trata de algo esporádico. Pero ¿cómo escribir cuando uno es el protagonista de la novela? Y si uno debe estar triste para escribir, ¿cómo es que existen las comedias? ¿Son siempre sátiras? ¿Risas que ocultan lágrimas?

El aburrimiento es una de las peores sensaciones que existen, porque llega a desesperar. Nunca suelo aburrirme. Tengo un mundo interior riquísimo, pero hoy… hoy me he aburrido ya del aburrimiento y no puedo más que aburrirte a ti.

El Beso

          –  ¡Y va el muy cretino y me da un beso de película!

–  ¡Pero eso es fabuloso!

–  ¡No! Me refiero a que juntó sus labios apretados con los míos y se limitó a estarse quieto!

Cruce de almas

Ahí estaba: ése era el momento de cruzar nuestras miradas. Yo regresaba del baño y él ya se iba a casa. Estábamos a unos diez metros de distancia. Nos vimos a lo lejos, y a continuación pretendimos hacer algo. Yo me sacudí la falda de pelusas imaginarias. Él arregló las arrugas de su inmaculada chaqueta y movió ligeramente su cartera, como si le molestase justo en ese punto de su hombro.

Sabíamos que eso sólo llevaría dos pasos y que seguía quedando un abismo hasta pasar al otro de largo, así que yo me erguí y miré al frente decidida durante otros dos pasos. Sólo dos, porque pronto me di cuenta de que no tenía valor para enfrentar su mirada. Sabía que no mirarle era prueba de que me resultaba todo menos indiferente, pero eso no era lo que me importaba. Lo difícil era atreverme a mirarle a aquellos ojos en los que sabía me iba a perder.

Los siguientes dos pasos los caminé mirando a la ventana, pero inmediatamente me di cuenta de que estaba dándole mi perfil menos atractivo, así que miré abajo por una décima de segundo y volví a mirar al frente, pensando que era triste que a mi edad continuase siendo insegura.

A sólo cuatro pasos de mi Amor, miré al otro lado, abajo e incluso al techo que se extendía ante mí, tratando de encontrar una salida a mi estupidez. ¿Habría mirado él? ¿Iría a hacerlo? Cruzar nuestras miradas no sería algo casual. Él quería saber si yo era la que había estado escribiéndole durante tres meses. Estaba cansado de tener paciencia y si yo le miraba se daría cuenta, porque el alma se nos salía por los ojos. No iba a mirar. Yo no podía. Simplemente no tenía coraje.

A sólo dos pasos, mi alma me la jugó. Miré sin mover la cabeza, que ahora apuntaba al frente, justo como no quería que sucediese. Y él… él estaba mirando desde antes: quizá desde hacía un paso. O dos. Probablemnete esperaba paciente desde hacía ya diez. Y sonrió. Me sonrió a mí. Y de pronto comprendí lo que sintió Bécquer, y entendí que si un día le besaba moriría de placer y ya nunca sería la misma.

Esa misma tarde él me escribió y me dijo que había resultado encantador cuando tuve que mirar hacia otra parte.

Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Me duermo. Se me cierran los ojos delante del ordenador. Me pesan los párpados y no hay café que los levante. Mi supervisor me mira de reojo. Sospecha que hoy no rindo, pero no puedo evitarlo. No logro sostener la mirada en la pantalla. Miro hacia abajo y me sujeto la cabeza con una mano. Permanezco así durante unos 20 segundos; quizá se han convertido en minutos.

Cambio de postura para evitar que me despierte la inminente y repentina caída de cabeza de cuando pierdes el sentido.

No puedo más. Realmente estoy sufriendo. Nada en el mundo me importa de repente. No deseo otra cosa más que dormir. Es una necesidad. Mi alma en venta por que el tiempo se pare. Pero no puedo dormirme aquí, aunque parece inevitable que ocurra. No puedo levantarme para ir al baño otra vez, además de que sólo retrasaría lo inevitable por unos minutos, y mis piernas no parecen responder. Quiero dormir. Mi reino por unos minutos sola. Ni siquiera necesito un lugar cómodo. Estoy bien aquí… Sólo quiero perder la consciencia por unos minutos…

Un amigo

Edu siempre se hacia el duro. Nunca decia nada carinoso a nadie: simplemente no le salia. Pero si le mirabas a los ojos, era obvio que siempre sentia algo diferente de lo que comunicaba. Edu era en realidad muy sensible. Os lo digo yo. Tanto, que cuando su novia desde hacia 10 meses lo dejo con el, este se intento suicidar. Por aquellos tiempos estabamos estudiando en la Universidad. Fue al comienzo de nuestro tercer ano. Algunos amigos se enfadaron mucho por aquello. Unos decian que lo habia hecho para llamar la atencion; otros, que por fastidiar. Pero yo tenia claro que simplemente estaba desesperado por amor, y simplemente no le apetecia seguir enfrentando otro dia de sufrimiento.

Edu consiguio superar aquello, aunque con malas notas. Tan malas, que le cambiaron de Universidad, por eso y por su «violento» comportamiento (decian todos) que no era mas que pura pasion inofensiva, en realidad.

Sus amigos de verdad, dos (como los que tenemos todos), seguimos a su lado: le escuchabamos (las pocas veces que decidia hablar), le ibamos a visitor mas tarde a su nueva Universidad… pero por supuesto, como siempre ocurre aunque no queramos, nos fuimos distanciando.

Hace exactamente media hora, 10 meses y tres anos despues, recibi un e-mail suyo contandome grandes noticias:

¿Que tal estamos? Perdona, pero estoy muy liado con el trabajo y demás. Ya sabes, nos hacemos viejos, y las obligaciones crecen, sobre todo para mí. Em, a ver como me explico… Que conste que se me cae la cara de vergüenza al hablarte de mi noticia increíble con casi un año de retraso…
Pero bueno, a ver… Hace ahora 10 meses que fui padre. La verdad, no fue algo planeado, fue algo que surgió así, y ante lo que quise seguir adelante con ello. Al principio, me costó hacerme a la idea. Pero ahora soy el padre más feliz del mundo, o al menos, uno de los más felices, sin contar al Principe. Llevo independizado, totalmente, mas o menos desde hace año y medio. En un pisito en Vito, la verdad bastante agusto. Trabajando, como trabajo medianamente bien remunerado, llevo un año, aunque ahora en mi primer proyecto, me tropecé con unos cables, me caí por una escalera de obra, y me rompí el húmero y la escápula. Vamos, lo que se dice un gran comienzo. Y todavía sigo convaleciente, pero solo deje de trabajar una semana… ¿Sabes que me volví adicto al trabajo? En serio, lo sé, pero no puedo cambiar…
Bueno, volviendo al tema de mi paternidad, mi hija, se llama Estíbaliz, (es la patrona de Alava) es preciosa, y sobre todo muy sana y llena de vitalidad. Si me dicen hace dos años que no podría vivir sin ella, no me lo creería. La verdad estoy enamorado de ella, y cada día es algo nuevo. Mas responsabilidades, pero de sobra compensadas por una sonrisa suya. Bueno sin más, Dios esa frase, sigo sin poder dejarla de lado… Cambiamos, pero no del todo…

Y tú, ¿qué tal te está tratando la vida? ¿Dónde andas ahora? Últimamente he tenido que ir bastante a Pamplona, y siempre que voy me pego un viajecito por el campus, ¡será que soy masoca!, pero que recuerdos! ¿Que no? Y ante todo, y por encima de todas las cosas darte las gracias, porque tú sabes que sin ti, ahora no estaría donde estoy, y no debo mas que pedirte perdón por no haberte contado esto antes.
Besos y cuando quieras sabes que mi casa es tu casa.

Necesito una más larga

Me gustan más largas. Necesito una más larga.

La vida está hecha de etapas, pero las primeras, aunque son en las que más disfrutas, son muy cortas. Y cuando una se termina resulta terriblemente doloroso. Por eso, la protagonista suspira por que llegue una más larga. Está harta de enamorarse de las cafeterías, las calles y las personas de su trabajo y tener que olvidarse de todo, tan sólo por cambiar de etapa.

El letrero de fondo blanco con la tipografía en negro que informa a la capital que yo trabajo allí imponía bastante los primeros días, pero ahora me llena de orgullo.

Entro por la puerta. Adoro entrar por ella y ver al vigilante que siempre sonríe a todos, pero de distintos modos sin cansarse nunca, así que procuro imitarle. Pero no sólo con él mismo, sino con los demás; con todas las personas que se cruzan conmigo.

La primera vez que entré por esta puerta había otro vigilante. Era serio y parecía hastiado de trabajar allí. El pasillo era oscuro, sin ventanas, gris y rojo; el más feo que he visto en mi vida. El pasadizo al infierno. Mi padre siempre afirma contundente que la empresa en la que uno está en un determinado momento es la empresa de su vida. Pero yo sé que ni mucho menos es cierto. Sé que me iré, que luego otra será la empresa de mi vida, y que a continuación me volveré a ir a otra empresa de mi vida totalmente diferente. Quizá en el pasado sí, pero ahora uno no se puede engañar tanto. Sabes que te van a echar, o que te irás tú, desesperado, porque no acaban de echar una firma en ese papel que tú mueres por firmar.

Hoy este pasillo lo veo emocionante. Un túnel que voy recorriendo hasta llegar al ordenador que me permitirá dar a conocer grandes historias, hasta gente a la que quiero volver a ver, y lo más importante, hasta llegar a él.

Al final, uno sólo recuerda lo bueno. La naturaleza sabe tanto, que para alivio de todos borra los malos momentos y hace que prevalezca lo único que merece la pena.

Ya no me acordaré por tanto de esa confianza que nunca sentí que se me daba; ni de las horas muertas sin hacer nada ni hablar con nadie porque ellos parecen decidir cuándo llegará el momento.

Quiero una etapa más larga; la necesito. Una etapa más larga, para poder disfrutar de mi amor, de las sillas, de las mesas, de los ordenadores, de la gente. Quiero una etapa más larga, para aprender a hartarme del trabajo; para parecer más española.

Me voy aunque nadie lo nota. Cierro la puerta tras de mí, dejando una estela de vacío para nadie. Me voy aunque haya gente que nunca supo mi nombre, y yo dejo a personas a las que quiero sin saber el suyo. Deshago el camino que tantas veces he hecho hacia la luz, y vuelvo a la oscuridad bañada por la luz del día, con la que yo no veo nada.

Me gustan las cosas que brillan en la oscuridad. Y él lo iluminaba todo. Ojalá esa luz se pudiese comprar.

Sentada en una mesa escondida de una remota cafetería, escribo y lloro sintiendo que me observan curiosos sin derecho a saber lo que me pasa;  sabiendo que no echaré de menos a los camareros antipáticos; a los compañeros que nunca me dirigieron la palabra porque creyeron que no les podría contar nada interesante; a los terribles dolores de espalda; a los jefes que ni te miran; a los que te tienen que mirar pero no enseñan.

Sentada en una mesa escondida de esta remota cafetería, escribo y lloro siendo consciente de que no debería añorar a aquellos que no notarán mi falta, pero aún así, no pudiendo evitarlo porque de todo eso me llevo algo conmigo que ha contribuido a formar mi alma.

Me marcho queriendo a alguien que pronto se olvidará de que existí. Me marcho llorando y sin despedidas, a la francesa, para que el color de mi tristeza no desentone en un cuadro de vistosas pinceladas. El mismo pintor querría borrarme del lienzo en este momento. Aquí ya no hay lugar para mí. Es hora de que pinten encima sin mirar debajo, sin volver la vista atrás.

Pero otro lienzo mejor que éste está aguardando pintarme sobre él.

 

 

La telebasura no puede reciclarse

Enciendo la televisión. El Juego de tu vida, Mujeres y hombres y viceversa, La Noria.  Cambio de canal. El Diario de la Pati, El Big Bro, los Factores X… Apago el aparato. Horas más tarde, vuelvo a las andadas, con la esperanza de poder disfrutar de un género televisivo, cualquiera que éste sea, de calidad (buena, se entiende), interesante y entretenido. Inútiles anhelos, idealismo sumo. Y el fin de semana, que me habían dicho que estaba reservado para el descanso, ¿Dónde estás, corazón?: una lista desmesurada de programas carentes de valores (por supuesto, unos en mayor medida que otros), que sólo puede provocar hastío a personas con un mínimo de inquietud intelectual.

Tal sensación de rechazo resulta inevitable, ya que el elenco de posibilidades existente, aunque amplio en cantidad, no lo es tanto en cualidad. Parece claro que entre ciertos desperdicios y otros, uno escogerá ciertos u otros, y no lo que no se le ofrece. Los directivos de las empresas de comunicación deciden por todos, se arriesgan, y después ven si el producto triunfa o no, por la medición de las audiencias. Pero este sistema, el establecido, en realidad no tiene en cuenta la opinión del consumidor.

Se realizan estudios cuantitativos, impersonales, que no reflejan que una gran parte de la población se encuentra descontenta con la «parrilla televisiva», que no hay quien se la coma. Así uno hace un programa y éste triunfa, pero ese éxito se da porque no existen otras opciones para un público sin voz, o, también, porque existe un gran sector de la población (todo hay que decirlo) al que gustan estos contenidos sensacionalistas, así que aquél piensa que se trata de un buen producto, y continúa emitiéndose. De esta manera, se crea un vicioso círculo nada deseable. Pero uno se pregunta entonces, ¿realmente, estos directivos creen que sus productos constituyen lo mejor para el público, que es ese tipo de programación la que de verdad interesa?, ¿o resulta que prefieren ignorar la verdad, y adaptarse, renunciando a sus principios, a cualquier petición del público que responda a los instintos más básicos del ser humano? Lo cierto es que seguramente se hagan los suecos.

El problema de estas compañías está en que se encuentran orientadas a la venta: su único fin se llama Beneficio; de apellido, Al máximo, cuando lo apropiado sería que su principal deber fuese satisfacer las verdaderas necesidades del público (y es seguro que éstas no consisten en conocer a más famosillos o «profundizar» en las vidas de los que ya se conocen).

Así, todos los días, a través de la «estúpida caja» (calificativo, por otra parte, injusto e impropio, ya que tontos son los que emiten sus malos contenidos), sólo podemos observar un bombardeo de batallitas de famosetes, famosetes por sus batallitas, cuando, en realidad, a un buen número de la población no le interesa en absoluto este tipo de guerrillas. Diga usted en alta voz quién es Nuria Bermúdez (aparte de nadie): «Se «lió» con el ex marido de la hija de una cantante española. Ridículo ¿verdad? Bien, pues esta «joya», de bisutería, incluso se ha internacionalizado.

En verdad, son muchos los que aborrecen semejantes espectáculos morbosos. Sin embargo, por otro lado, y como decía, hay que admitir que la Telebasura gusta a un número de personas mayor del deseable; sobre ello no cabe duda alguna. Pues bien, si ello es irremediable, puede suponerse que en lo que sí estamos todos de acuerdo es en que resulta inadmisible que se nos tome por estúpidos. Por eso, cuando esta gentecilla se dedica a  hacer montajes, no se puede afirmar, y de hecho así ocurre, que ellos personifican la indecencia, ya que nuestra percepción del asunto será totalmente errónea. No son ellos los que realizan los montajes. Mienten, de acuerdo, pero son los periodistas los que dan a conocer esa mentira al mundo. La culpa recae enteramente sobre ellos, y resulta incluso insultante que estos nos hagan creer que hacen su trabajo de modo correcto, y que los inmorales son los protagonistas de estas «películas». Eso, en el insólito mundo de la objetividad, se llama hipocresía; engaño de los comunicadores (por llamarlos de algún modo) en su incapacidad de descubrir lo verdaderamente noticioso. Carentes de esa percepción adecuada, demuestran ser auténticos mushcrakers.

La incapacidad para muchos y la complicación que conlleva, para otros, crear nuevos formatos televisivos resulta comprensible para cualquiera. Ahora bien, si se tiene que trabajar sobre cuanto está inventado, la dignidad humana exige un mínimo de calidad, algunos valores; sencillamente, algo digno de esa dignidad. Por ello, resulta perfectamente exigible que no se trabaje con basura, y, que, ni por asomo, ésta se recicle, ya que de este tipo de basura no es posible salvar nada.