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El Águila Real

Este documental forma parte de la serie El hombre y la tierra (19741980), cuyo guión y presentación corresponden a Félix Rodríguez de la Fuente. En El Águila Real se plasma el estilo de Rodríguez de la Fuente, que está caracterizado por un lenguaje sencillo y pausado, y que, en algunas ocasiones, parece formar parte de la improvisación.

 El documental consta de dos partes en las que se narra una historia dramática con un inicio (donde se presenta al águila real volando majestuosa en su hábitat: en las regiones árticas y en las montañas de Europa); un desarrollo (en el que se muestra cómo es la vida cotidiana del águila real, su gestación y la puesta, su lucha por sobrevivir…); y un desenlace o final (desde que el aguilucho puede valerse por sí mismo).

Es inevitable que el espectador se sienta involucrado, ya que  existe una proximidad (hay águilas reales en nuestros cielos y montañas), y, además, porque el asunto se presenta como algo inusual: visitar, conocer los dominios, el territorio, la casa de un animal tan imponente como es el águila real. Un animal que se nos antoja lejano, pero que, viendo a Rodríguez de la Fuente descender con facilidad por las montañas de Europa, se torna cercano, uniéndose así a la realidad humana.

Y es que De la Fuente consigue captar definitivamente la atención del espectador humanizando al águila real. Así, entran en juego los sentimientos, y uno llega a tomar cariño al animal. La técnica utilizada es comparar al animal con una persona: la madre da a luz a su cría, la alimenta, la protege… El espectador se enternece con todo este proceso, con la educación de la que se habla en el documental (es muy interesante cuando el macho quiere que su cría aprenda a comer por sí misma, y ella tarda en entenderlo, queriendo que el alimento se lo dé él). El espectador se sorprende cuando el águila caza, sufre si no consigue alimento para su cría, aprende con su forma de vida, se pone tenso si hay enemigos en los alrededores… Es decir, se emociona con el animal. Sobre todo, con este documental concreto, el espectador se enternece más que en otros, porque la cría del águila real es, hasta que pasan unos meses, totalmente indefensa: hay que protegerla del frío, lluvia, nieve, calor, moscas… También, el espectador capta una cercanía mayor, ya que entre el macho y la hembra se reparten las tareas: es la hembra la que suele cuidar el nido cuando el aguilucho ha nacido, pero el macho también lo hace, en ocasiones, mientras ésta se va un rato de caza. Rodríguez de la Fuente, con esta idea de aparente igualdad, sabe cómo conectar con el ser humano. Es relevante el hecho de que el águila real sea una auténtica arquitecta, una artista: construye sus nidos en las montañas de las nieves perpetuas, con una meticulosidad propia del ser humano, y en una zona privilegiada, desde la que se puede ver todo.

El lenguaje que se utiliza para humanizar al águila real es variado: monarca de los aires, reina de las aves, el feudo del águila, sus vecinos los piquirrojos, limpiar el nido, ternura del águila, ardores amorosos… Es sorprendente que, incluso, más que humanizar al animal, Rodríguez de la Fuente hace que el hombre se sienta, en distintos aspectos, inferior: animal siempre admirado por el hombre, el águila puede verlo todo, y el hombre, no. Es de destacar, también, el hecho de que cuando el águila ataca a un rebeco, lo tira por un precipicio y se lo comen, Rodríguez señala: «Con menos dramatismo, el hombre hace exactamente lo mismo». Continuamente, se intentan acercar estos dos seres: animal y humano.  

Se trata de una técnica muy acertada la de relatar una historia, ya que se consigue el objetivo final: ver el documental, desde el principio hasta el fin. La información se encuentra dosificada, y se presenta ésta como si fuese un cuento. Con este método, De la Fuente lleva al espectador de la mano, para que éste no pierda el hilo.

Es importante la forma en que se utiliza la música. La melodía constituye otro tipo de lenguaje, pero, aún así, sigue siéndolo, y, en este documental, Antón García Abril se muestra acertado al comenzar el capítulo primero con sonido ambiente. Un sonido que ayuda al espectador a introducirse en la acción con Félix Rodríguez, a descender esa montaña con él, a sentir que un águila real, animal sumamente poderoso, sobrevuela su cabeza. El espectador, sentado ante el televisor, no puede hacer otra cosa que estremecerse; pensar que, sobre él, se encuentra ese cielo azul profundo, y un animal, siempre admirado por el hombre, que lo surca, sin dificultad, viéndolo todo. Más tarde, García Abril utiliza una música adecuada para cada tipo de acción (relajada, si el águila sólo vuela marcando el territorio; o más rápida e inquieta, si el animal se dispone a cazar).

Este documental forma parte de la serie El hombre y la tierra (19741980), cuyo guión y presentación corresponden a Félix Rodríguez de la Fuente. En El Águila Real se plasma el estilo de Rodríguez de la Fuente, que está caracterizado por un lenguaje sencillo y pausado, y que, en algunas ocasiones, parece formar parte de la improvisación.

 El documental consta de dos partes en las que se narra una historia dramática con un inicio (donde se presenta al águila real volando majestuosa en su hábitat: en las regiones árticas y en las montañas de Europa); un desarrollo (en el que se muestra cómo es la vida cotidiana del águila real, su gestación y la puesta, su lucha por sobrevivir…); y un desenlace o final (desde que el aguilucho puede valerse por sí mismo).

Es inevitable que el espectador se sienta involucrado, ya que  existe una proximidad (hay águilas reales en nuestros cielos y montañas), y, además, porque el asunto se presenta como algo inusual: visitar, conocer los dominios, el territorio, la casa de un animal tan imponente como es el águila real. Un animal que se nos antoja lejano, pero que, viendo a Rodríguez de la Fuente descender con facilidad por las montañas de Europa, se torna cercano, uniéndose así a la realidad humana.

Y es que De la Fuente consigue captar definitivamente la atención del espectador humanizando al águila real. Así, entran en juego los sentimientos, y uno llega a tomar cariño al animal. La técnica utilizada es comparar al animal con una persona: la madre da a luz a su cría, la alimenta, la protege… El espectador se enternece con todo este proceso, con la educación de la que se habla en el documental (es muy interesante cuando el macho quiere que su cría aprenda a comer por sí misma, y ella tarda en entenderlo, queriendo que el alimento se lo dé él). El espectador se sorprende cuando el águila caza, sufre si no consigue alimento para su cría, aprende con su forma de vida, se pone tenso si hay enemigos en los alrededores… Es decir, se emociona con el animal. Sobre todo, con este documental concreto, el espectador se enternece más que en otros, porque la cría del águila real es, hasta que pasan unos meses, totalmente indefensa: hay que protegerla del frío, lluvia, nieve, calor, moscas… También, el espectador capta una cercanía mayor, ya que entre el macho y la hembra se reparten las tareas: es la hembra la que suele cuidar el nido cuando el aguilucho ha nacido, pero el macho también lo hace, en ocasiones, mientras ésta se va un rato de caza. Rodríguez de la Fuente, con esta idea de aparente igualdad, sabe cómo conectar con el ser humano. Es relevante el hecho de que el águila real sea una auténtica arquitecta, una artista: construye sus nidos en las montañas de las nieves perpetuas, con una meticulosidad propia del ser humano, y en una zona privilegiada, desde la que se puede ver todo.

El lenguaje que se utiliza para humanizar al águila real es variado: monarca de los aires, reina de las aves, el feudo del águila, sus vecinos los piquirrojos, limpiar el nido, ternura del águila, ardores amorosos… Es sorprendente que, incluso, más que humanizar al animal, Rodríguez de la Fuente hace que el hombre se sienta, en distintos aspectos, inferior: animal siempre admirado por el hombre, el águila puede verlo todo, y el hombre, no. Es de destacar, también, el hecho de que cuando el águila ataca a un rebeco, lo tira por un precipicio y se lo comen, Rodríguez señala: «Con menos dramatismo, el hombre hace exactamente lo mismo». Continuamente, se intentan acercar estos dos seres: animal y humano.  

Se trata de una técnica muy acertada la de relatar una historia, ya que se consigue el objetivo final: ver el documental, desde el principio hasta el fin. La información se encuentra dosificada, y se presenta ésta como si fuese un cuento. Con este método, De la Fuente lleva al espectador de la mano, para que éste no pierda el hilo.

Es importante la forma en que se utiliza la música. La melodía constituye otro tipo de lenguaje, pero, aún así, sigue siéndolo, y, en este documental, Antón García Abril se muestra acertado al comenzar el capítulo primero con sonido ambiente. Un sonido que ayuda al espectador a introducirse en la acción con Félix Rodríguez, a descender esa montaña con él, a sentir que un águila real, animal sumamente poderoso, sobrevuela su cabeza. El espectador, sentado ante el televisor, no puede hacer otra cosa que estremecerse; pensar que, sobre él, se encuentra ese cielo azul profundo, y un animal, siempre admirado por el hombre, que lo surca, sin dificultad, viéndolo todo. Más tarde, García Abril utiliza una música adecuada para cada tipo de acción (relajada, si el águila sólo vuela marcando el territorio; o más rápida e inquieta, si el animal se dispone a cazar).

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Nanook el esquimal

(Robert Flaherty)

  Se trata de un documental realizado en Hudson, en 1922, cuyo argumento gira en torno a la vida de un esquimal: Nanook. Robert Flaherty, su director, en ésta, su primera obra, nos enseña los aspectos más comunes de la vida cotidiana de un esquimal; un tema bastante relevante, en cuanto a la curiosidad que despierta, y, aquí, reside el principal interés para el espectador. Para ello, Flaherty recoge imágenes de la naturaleza, propias de ese hábitat, tales como focas y diversos tipos de aves, típicas de esta zona.

Es, también, importante el hecho de que Flaherty (a quien se ha llamado, frecuentemente, «padre del documental») haya innovado, en el sentido de que optó por complicar la organización temática, algo que nunca antes se había realizado. Y es que los documentales de aquella época nos hablaban de simples viajes. Con Flaherty, viajamos a bellos y exóticos parajes, pero, además, emprendemos un viaje al corazón humano; un corazón que, seguramente, antes de conocerse el documental, se antojaba remoto: distante en el espacio y en el tiempo, pero que, tras verlo, se torna cercano y entrañable. Y, por ello, el espectador se siente identificado con Nanook, porque es, ante todo, un  hombre.

Ciertos aspectos que me llaman la atención, son, por ejemplo, su primer encuentro con un gramófono y comida enlatada; Cuestiones que señalan lo exótico que resulta todo lo relacionado con Nanook. Es importante darse cuenta de la relevancia de este documental, ya que, por él, se conocieron aspectos culturales, que no eran conocidos antes de esta grabación. Para ellos, la riqueza no se encuentra en el dinero o en sus posesiones, en general; por el contrario, la verdadera riqueza para este tipo de gente (esquimales) constituye la cantidad y calidad de sus perros.

Como he dicho, trata de la vida cotidiana de un esquimal, pero, profundizando, nos cuenta mucho más: se pone de manifiesto el conflicto de un hombre, al tener que intentar sobrevivir en un ambiente adverso y horrendo. Se trata de un componente dramático de gran relevancia, otra de las grandes aportaciones de Flaherty al género documental.

Por supuesto, las imágenes que constituyen este trabajo son reales, y es de destacar el tremendo esfuerzo realizado por todo el equipo (desplazamiento de personal, de pesado instrumental…). En cuanto a  los métodos de producción y realización, Flaherty emplea técnicas que no son propias de los documentales de la época, sino que lo eran de las películas de ciencia-ficción, por ejemplo, la descomposición de la imagen de cada secuencia; es decir, que el espectador pueda ver la acción desde diferentes ángulos. Él sitúa al personaje en el lugar más adecuado. Y decía que, en ocasiones, había que mentir, distorsionar algo, para capturar su verdadero espíritu. Así, creaba suspense, técnica dramática muy utilizada, posteriormente, por otros documentalistas.

El éxito de Nanook según Ellis, (un crítico), reside en el hecho de «poder ver  a gente corriente en actividades de la vida cotidiana, actuando frente a la cámara como si ésta no estuviese allí». Esto no sólo convierte a Flaherty en un claro precursor del tratamiento que se le da de  cotidiano, a los actuales documentales, sino que es claro precursor, además, del género audiovisual, psicodrama, al que pertenece, entre otros, Gran Hermano.

 

Caminando entre las bestias

 Se trata de una serie documental en la que se muestra cómo aparecieron en el planeta los antecesores de los animales que hoy pueblan la tierra. La obra, de la BBC (cadena televisiva inglesa), está dirigida por los mismos autores de Caminando entre dinosaurios, y cuenta con la más sofisticada tecnología en tres dimensiones. Esta producción constituye un ejemplo de las maravillas que se pueden lograr con una buena animación por ordenador, si se pone al servicio de un buen guión.

El documental refleja cómo vivían los animales prehistóricos que dominaron la tierra, después de la desaparición de los dinosaurios. Es una serie compuesta por seis episodios, de media hora cada uno de ellos. Gracias a técnicas de animación en 3D, se ha logrado recrear, con verosimilitud, el complicado movimiento de animales poco conocidos y ya extinguidos: criaturas que parecen un híbrido entre ave, reptil y mamífero; pájaros de media tonelada de peso; felinos de afilados colmillos… Al mismo tiempo, se describe la flora, y las condiciones climáticas que reinaban en aquel momento en el planeta.

La tecnología es la misma que la utilizada en Caminando entre dinosaurios, pero los animadores tuvieron que realizar un trabajo más sofisticado, ya que es mucho menos complicado imitar la piel de los dinosaurios que la de estas especies cubiertas de pluma y pelo. Por cada segundo de emisión, fueron necesarias más de 22 horas de trabajo.

Mi episodio preferido es uno en el que se narran las vicisitudes de la vida cotidiana de una ballena asesina (bascilasaurus), de dieciocho metros (cuatro veces el tamaño del tiburón blanco). La acción se desarrolla en la última etapa del Leoceno, que constituye el inicio del caos. Un sinfín de cambios climáticos se avecinan, amenazando a los mamíferos, que dominan ahora el planeta. El desastre comienza en el mar: El Tetis, que ocupa medio mundo. Allí habita esta ballena, que necesita 80 kilos de comida al día. Son malos tiempos, y no es fácil conseguirla. Las zonas acostumbradas a la lluvia se encuentran en sequía. La bascilasaurus, por otra parte, está encinta.

Es impresionante la facilidad con la que esta ballena acaba con la vida de una tortuga, como si su caparazón fuese endeble. La bascilasaurus busca comida en los lugares más improbables; está desesperada. En este episodio aparecen otros exóticos y originales animales, como los apidium (especie de primates), o el mirafidium, que parece el antepasado del hipopótamo, pero que, en realidad, está emparentado con el elefante, y cuyo peso es de 200 kilos. También aparecen rebaños de brontocia (dos veces más grandes que los hipopótamos de hoy día, pero con un cerebro tres veces menor). El androsarcus está emparentado con la oveja y la cabra, pero tiene piel de lobo. Tiene un metro de mandíbulas, y es carroñero. Todos los animales que se muestran en este episodio, constituyen posibles presas de la bascilasaurus. Creo que es original la manera en que se van uniendo, en el capítulo, las diferentes especies. Es espectacular poder ver a desconocidos animales luchando por la supervivencia diaria, en un hábitat adverso y complejo.

Al final, la bascilasaurus se alimenta con las crías de doradón, unas ballenas más pequeñas, y, de esta manera, evita su muerte, y la del feto que lleva dentro. Es la ley del más fuerte. Por fin, nuestra ballena asesina consigue parir. Su cría ha sobrevivido. Pero esto es sólo el comienzo del caos: el final del Leoceno. Un 20% de los seres vivos morirán.

Las imágenes de la serie son de una calidad extraordinaria, gracias a las nuevas tecnologías utilizadas (3D); la música, muy acertada en todo momento, proporciona cercanía al espectador, ya que es tensa y viva cuando los animales luchan por su vida, y sueve, cuando han conseguido su presa. Las melodías utilizadas mejoran la calidad de la serie en alto grado. El off no resulta de ninguna manera monótono, y, como la música, hace que el espectador se meta de lleno en la acción que se narra.

Creo que esta serie documental es un ejemplo de exactitud, belleza y, a la vez, espectáculo, ya que entretiene sobremanera. La precisión científica con la que trata los hechos es asombrosa, espectacular; y hace que el espectador se meta de lleno en ese mundo prehistórico tan atractivo.

Por otra parte, es importante destacar que, antes de esta serie, era elevado el número de misterios que encerraba esta época y estos animales prehistóricos. Nunca, anteriormente, se había elaborado un documental sobre estos. Nadie pensaba en ellos. Y, al ver estos capítulos, el espectador se adentra en un mundo nuevo: algo impensable hoy día, cuando ya está todo inventado, cuando todos los temas han sido tocados. Ha sido, sin duda, un gran acierto.