La mancha de Londres

En un determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres… siempre se forma la misma mancha.

Cuando uno la ve por vez primera parece de agua, de zumo, o de una bebida gaseosa que algún desconsiderado no inglés ha tirado allí en medio.

Pero cuando al día siguiente o al otro uno pasa de nuevo por allí, descubre que la mancha siempre está en el lugar exacto. No un poco más a la derecha; no un poco más a la izquierda, sino allí. Allí mismo.

Y si el tal uno decide pasar a las siete de la tarde por aquel determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres, descubrirá a un hombre. El hombre que no cesa de limpiarla. Siempre. La misma mancha. Todos los días. A la misma hora.

Con la mirada anclada en otro tiempo; en otro espacio; con la cabeza gacha pero el cuerpo erguido, ese hombre intenta quitar la mancha que nunca se quita. Él sabe que es imposible limpiarla, que debe de ser de una grasa especial y que a buen seguro gotea de forma intermitente aunque invisible de un techo abierto que la observa.

Pero ése es su trabajo. Se lo ordenan y él lo hace. Nunca se le ocurriría protestar por ello. Quién sabe; quizá un día, si se quejase por ello, le quitarían el puesto y se lo darían a otro. ¿Por qué iba a hacerlo, además? A él no le molesta frotar aquella mancha. De hecho, se pasa todo el día limpiándolo todo de una pasada, sin volver a pasar por el mismo punto. Pero ése; ese punto es diferente. Él sabe que allí hay algo esperándole sólo a él; algo inamovible; algo eterno. A él ya no le importa nada más de su trabajo. Solamente intentar quitar la mancha, sin saber que en el fondo no desea quitarla.

Sin saber eso, y que hay una compañera suya que todos los días, siempre antes de las siete, deja caer aceite en aquel determinado punto de los sucios pasadizos de una populosa estación del metro de Londres.

El aburrimiento

Nada que hacer. Absolutamente nada. Tengo que permanecer sentada delante de este ordenador, sin poder acceder a Internet o levantarme a hacer otro descanso. Descanso de no hacer nada.

Lo único que puedo hacer es abrir Word y escribir esto, que es aburrido. Aburridísimo. Porque del aburrimiento sólo puede salir algo insulso. Pero ¿será realmente así? Si estoy divirtiéndome y decido escribir algo ¿será ameno debido a mi actitud? Y ¿acaso alguien escribe cuando lo está pasando bien? ¿Es que para en ese preciso momento para escribir? A mí me parece que uno escribe cuando se siente deprimido, obligado por trabajo o simplemente muy inspirado, que por otra parte se trata de algo esporádico. Pero ¿cómo escribir cuando uno es el protagonista de la novela? Y si uno debe estar triste para escribir, ¿cómo es que existen las comedias? ¿Son siempre sátiras? ¿Risas que ocultan lágrimas?

El aburrimiento es una de las peores sensaciones que existen, porque llega a desesperar. Nunca suelo aburrirme. Tengo un mundo interior riquísimo, pero hoy… hoy me he aburrido ya del aburrimiento y no puedo más que aburrirte a ti.

Cruce de almas

Ahí estaba: ése era el momento de cruzar nuestras miradas. Yo regresaba del baño y él ya se iba a casa. Estábamos a unos diez metros de distancia. Nos vimos a lo lejos, y a continuación pretendimos hacer algo. Yo me sacudí la falda de pelusas imaginarias. Él arregló las arrugas de su inmaculada chaqueta y movió ligeramente su cartera, como si le molestase justo en ese punto de su hombro.

Sabíamos que eso sólo llevaría dos pasos y que seguía quedando un abismo hasta pasar al otro de largo, así que yo me erguí y miré al frente decidida durante otros dos pasos. Sólo dos, porque pronto me di cuenta de que no tenía valor para enfrentar su mirada. Sabía que no mirarle era prueba de que me resultaba todo menos indiferente, pero eso no era lo que me importaba. Lo difícil era atreverme a mirarle a aquellos ojos en los que sabía me iba a perder.

Los siguientes dos pasos los caminé mirando a la ventana, pero inmediatamente me di cuenta de que estaba dándole mi perfil menos atractivo, así que miré abajo por una décima de segundo y volví a mirar al frente, pensando que era triste que a mi edad continuase siendo insegura.

A sólo cuatro pasos de mi Amor, miré al otro lado, abajo e incluso al techo que se extendía ante mí, tratando de encontrar una salida a mi estupidez. ¿Habría mirado él? ¿Iría a hacerlo? Cruzar nuestras miradas no sería algo casual. Él quería saber si yo era la que había estado escribiéndole durante tres meses. Estaba cansado de tener paciencia y si yo le miraba se daría cuenta, porque el alma se nos salía por los ojos. No iba a mirar. Yo no podía. Simplemente no tenía coraje.

A sólo dos pasos, mi alma me la jugó. Miré sin mover la cabeza, que ahora apuntaba al frente, justo como no quería que sucediese. Y él… él estaba mirando desde antes: quizá desde hacía un paso. O dos. Probablemnete esperaba paciente desde hacía ya diez. Y sonrió. Me sonrió a mí. Y de pronto comprendí lo que sintió Bécquer, y entendí que si un día le besaba moriría de placer y ya nunca sería la misma.

Esa misma tarde él me escribió y me dijo que había resultado encantador cuando tuve que mirar hacia otra parte.

Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Me duermo. Se me cierran los ojos delante del ordenador. Me pesan los párpados y no hay café que los levante. Mi supervisor me mira de reojo. Sospecha que hoy no rindo, pero no puedo evitarlo. No logro sostener la mirada en la pantalla. Miro hacia abajo y me sujeto la cabeza con una mano. Permanezco así durante unos 20 segundos; quizá se han convertido en minutos.

Cambio de postura para evitar que me despierte la inminente y repentina caída de cabeza de cuando pierdes el sentido.

No puedo más. Realmente estoy sufriendo. Nada en el mundo me importa de repente. No deseo otra cosa más que dormir. Es una necesidad. Mi alma en venta por que el tiempo se pare. Pero no puedo dormirme aquí, aunque parece inevitable que ocurra. No puedo levantarme para ir al baño otra vez, además de que sólo retrasaría lo inevitable por unos minutos, y mis piernas no parecen responder. Quiero dormir. Mi reino por unos minutos sola. Ni siquiera necesito un lugar cómodo. Estoy bien aquí… Sólo quiero perder la consciencia por unos minutos…

Un amigo

Edu siempre se hacia el duro. Nunca decia nada carinoso a nadie: simplemente no le salia. Pero si le mirabas a los ojos, era obvio que siempre sentia algo diferente de lo que comunicaba. Edu era en realidad muy sensible. Os lo digo yo. Tanto, que cuando su novia desde hacia 10 meses lo dejo con el, este se intento suicidar. Por aquellos tiempos estabamos estudiando en la Universidad. Fue al comienzo de nuestro tercer ano. Algunos amigos se enfadaron mucho por aquello. Unos decian que lo habia hecho para llamar la atencion; otros, que por fastidiar. Pero yo tenia claro que simplemente estaba desesperado por amor, y simplemente no le apetecia seguir enfrentando otro dia de sufrimiento.

Edu consiguio superar aquello, aunque con malas notas. Tan malas, que le cambiaron de Universidad, por eso y por su «violento» comportamiento (decian todos) que no era mas que pura pasion inofensiva, en realidad.

Sus amigos de verdad, dos (como los que tenemos todos), seguimos a su lado: le escuchabamos (las pocas veces que decidia hablar), le ibamos a visitor mas tarde a su nueva Universidad… pero por supuesto, como siempre ocurre aunque no queramos, nos fuimos distanciando.

Hace exactamente media hora, 10 meses y tres anos despues, recibi un e-mail suyo contandome grandes noticias:

¿Que tal estamos? Perdona, pero estoy muy liado con el trabajo y demás. Ya sabes, nos hacemos viejos, y las obligaciones crecen, sobre todo para mí. Em, a ver como me explico… Que conste que se me cae la cara de vergüenza al hablarte de mi noticia increíble con casi un año de retraso…
Pero bueno, a ver… Hace ahora 10 meses que fui padre. La verdad, no fue algo planeado, fue algo que surgió así, y ante lo que quise seguir adelante con ello. Al principio, me costó hacerme a la idea. Pero ahora soy el padre más feliz del mundo, o al menos, uno de los más felices, sin contar al Principe. Llevo independizado, totalmente, mas o menos desde hace año y medio. En un pisito en Vito, la verdad bastante agusto. Trabajando, como trabajo medianamente bien remunerado, llevo un año, aunque ahora en mi primer proyecto, me tropecé con unos cables, me caí por una escalera de obra, y me rompí el húmero y la escápula. Vamos, lo que se dice un gran comienzo. Y todavía sigo convaleciente, pero solo deje de trabajar una semana… ¿Sabes que me volví adicto al trabajo? En serio, lo sé, pero no puedo cambiar…
Bueno, volviendo al tema de mi paternidad, mi hija, se llama Estíbaliz, (es la patrona de Alava) es preciosa, y sobre todo muy sana y llena de vitalidad. Si me dicen hace dos años que no podría vivir sin ella, no me lo creería. La verdad estoy enamorado de ella, y cada día es algo nuevo. Mas responsabilidades, pero de sobra compensadas por una sonrisa suya. Bueno sin más, Dios esa frase, sigo sin poder dejarla de lado… Cambiamos, pero no del todo…

Y tú, ¿qué tal te está tratando la vida? ¿Dónde andas ahora? Últimamente he tenido que ir bastante a Pamplona, y siempre que voy me pego un viajecito por el campus, ¡será que soy masoca!, pero que recuerdos! ¿Que no? Y ante todo, y por encima de todas las cosas darte las gracias, porque tú sabes que sin ti, ahora no estaría donde estoy, y no debo mas que pedirte perdón por no haberte contado esto antes.
Besos y cuando quieras sabes que mi casa es tu casa.

Necesito una más larga

Me gustan más largas. Necesito una más larga.

La vida está hecha de etapas, pero las primeras, aunque son en las que más disfrutas, son muy cortas. Y cuando una se termina resulta terriblemente doloroso. Por eso, la protagonista suspira por que llegue una más larga. Está harta de enamorarse de las cafeterías, las calles y las personas de su trabajo y tener que olvidarse de todo, tan sólo por cambiar de etapa.

El letrero de fondo blanco con la tipografía en negro que informa a la capital que yo trabajo allí imponía bastante los primeros días, pero ahora me llena de orgullo.

Entro por la puerta. Adoro entrar por ella y ver al vigilante que siempre sonríe a todos, pero de distintos modos sin cansarse nunca, así que procuro imitarle. Pero no sólo con él mismo, sino con los demás; con todas las personas que se cruzan conmigo.

La primera vez que entré por esta puerta había otro vigilante. Era serio y parecía hastiado de trabajar allí. El pasillo era oscuro, sin ventanas, gris y rojo; el más feo que he visto en mi vida. El pasadizo al infierno. Mi padre siempre afirma contundente que la empresa en la que uno está en un determinado momento es la empresa de su vida. Pero yo sé que ni mucho menos es cierto. Sé que me iré, que luego otra será la empresa de mi vida, y que a continuación me volveré a ir a otra empresa de mi vida totalmente diferente. Quizá en el pasado sí, pero ahora uno no se puede engañar tanto. Sabes que te van a echar, o que te irás tú, desesperado, porque no acaban de echar una firma en ese papel que tú mueres por firmar.

Hoy este pasillo lo veo emocionante. Un túnel que voy recorriendo hasta llegar al ordenador que me permitirá dar a conocer grandes historias, hasta gente a la que quiero volver a ver, y lo más importante, hasta llegar a él.

Al final, uno sólo recuerda lo bueno. La naturaleza sabe tanto, que para alivio de todos borra los malos momentos y hace que prevalezca lo único que merece la pena.

Ya no me acordaré por tanto de esa confianza que nunca sentí que se me daba; ni de las horas muertas sin hacer nada ni hablar con nadie porque ellos parecen decidir cuándo llegará el momento.

Quiero una etapa más larga; la necesito. Una etapa más larga, para poder disfrutar de mi amor, de las sillas, de las mesas, de los ordenadores, de la gente. Quiero una etapa más larga, para aprender a hartarme del trabajo; para parecer más española.

Me voy aunque nadie lo nota. Cierro la puerta tras de mí, dejando una estela de vacío para nadie. Me voy aunque haya gente que nunca supo mi nombre, y yo dejo a personas a las que quiero sin saber el suyo. Deshago el camino que tantas veces he hecho hacia la luz, y vuelvo a la oscuridad bañada por la luz del día, con la que yo no veo nada.

Me gustan las cosas que brillan en la oscuridad. Y él lo iluminaba todo. Ojalá esa luz se pudiese comprar.

Sentada en una mesa escondida de una remota cafetería, escribo y lloro sintiendo que me observan curiosos sin derecho a saber lo que me pasa;  sabiendo que no echaré de menos a los camareros antipáticos; a los compañeros que nunca me dirigieron la palabra porque creyeron que no les podría contar nada interesante; a los terribles dolores de espalda; a los jefes que ni te miran; a los que te tienen que mirar pero no enseñan.

Sentada en una mesa escondida de esta remota cafetería, escribo y lloro siendo consciente de que no debería añorar a aquellos que no notarán mi falta, pero aún así, no pudiendo evitarlo porque de todo eso me llevo algo conmigo que ha contribuido a formar mi alma.

Me marcho queriendo a alguien que pronto se olvidará de que existí. Me marcho llorando y sin despedidas, a la francesa, para que el color de mi tristeza no desentone en un cuadro de vistosas pinceladas. El mismo pintor querría borrarme del lienzo en este momento. Aquí ya no hay lugar para mí. Es hora de que pinten encima sin mirar debajo, sin volver la vista atrás.

Pero otro lienzo mejor que éste está aguardando pintarme sobre él.

 

 

La telebasura no puede reciclarse

Enciendo la televisión. El Juego de tu vida, Mujeres y hombres y viceversa, La Noria.  Cambio de canal. El Diario de la Pati, El Big Bro, los Factores X… Apago el aparato. Horas más tarde, vuelvo a las andadas, con la esperanza de poder disfrutar de un género televisivo, cualquiera que éste sea, de calidad (buena, se entiende), interesante y entretenido. Inútiles anhelos, idealismo sumo. Y el fin de semana, que me habían dicho que estaba reservado para el descanso, ¿Dónde estás, corazón?: una lista desmesurada de programas carentes de valores (por supuesto, unos en mayor medida que otros), que sólo puede provocar hastío a personas con un mínimo de inquietud intelectual.

Tal sensación de rechazo resulta inevitable, ya que el elenco de posibilidades existente, aunque amplio en cantidad, no lo es tanto en cualidad. Parece claro que entre ciertos desperdicios y otros, uno escogerá ciertos u otros, y no lo que no se le ofrece. Los directivos de las empresas de comunicación deciden por todos, se arriesgan, y después ven si el producto triunfa o no, por la medición de las audiencias. Pero este sistema, el establecido, en realidad no tiene en cuenta la opinión del consumidor.

Se realizan estudios cuantitativos, impersonales, que no reflejan que una gran parte de la población se encuentra descontenta con la «parrilla televisiva», que no hay quien se la coma. Así uno hace un programa y éste triunfa, pero ese éxito se da porque no existen otras opciones para un público sin voz, o, también, porque existe un gran sector de la población (todo hay que decirlo) al que gustan estos contenidos sensacionalistas, así que aquél piensa que se trata de un buen producto, y continúa emitiéndose. De esta manera, se crea un vicioso círculo nada deseable. Pero uno se pregunta entonces, ¿realmente, estos directivos creen que sus productos constituyen lo mejor para el público, que es ese tipo de programación la que de verdad interesa?, ¿o resulta que prefieren ignorar la verdad, y adaptarse, renunciando a sus principios, a cualquier petición del público que responda a los instintos más básicos del ser humano? Lo cierto es que seguramente se hagan los suecos.

El problema de estas compañías está en que se encuentran orientadas a la venta: su único fin se llama Beneficio; de apellido, Al máximo, cuando lo apropiado sería que su principal deber fuese satisfacer las verdaderas necesidades del público (y es seguro que éstas no consisten en conocer a más famosillos o «profundizar» en las vidas de los que ya se conocen).

Así, todos los días, a través de la «estúpida caja» (calificativo, por otra parte, injusto e impropio, ya que tontos son los que emiten sus malos contenidos), sólo podemos observar un bombardeo de batallitas de famosetes, famosetes por sus batallitas, cuando, en realidad, a un buen número de la población no le interesa en absoluto este tipo de guerrillas. Diga usted en alta voz quién es Nuria Bermúdez (aparte de nadie): «Se «lió» con el ex marido de la hija de una cantante española. Ridículo ¿verdad? Bien, pues esta «joya», de bisutería, incluso se ha internacionalizado.

En verdad, son muchos los que aborrecen semejantes espectáculos morbosos. Sin embargo, por otro lado, y como decía, hay que admitir que la Telebasura gusta a un número de personas mayor del deseable; sobre ello no cabe duda alguna. Pues bien, si ello es irremediable, puede suponerse que en lo que sí estamos todos de acuerdo es en que resulta inadmisible que se nos tome por estúpidos. Por eso, cuando esta gentecilla se dedica a  hacer montajes, no se puede afirmar, y de hecho así ocurre, que ellos personifican la indecencia, ya que nuestra percepción del asunto será totalmente errónea. No son ellos los que realizan los montajes. Mienten, de acuerdo, pero son los periodistas los que dan a conocer esa mentira al mundo. La culpa recae enteramente sobre ellos, y resulta incluso insultante que estos nos hagan creer que hacen su trabajo de modo correcto, y que los inmorales son los protagonistas de estas «películas». Eso, en el insólito mundo de la objetividad, se llama hipocresía; engaño de los comunicadores (por llamarlos de algún modo) en su incapacidad de descubrir lo verdaderamente noticioso. Carentes de esa percepción adecuada, demuestran ser auténticos mushcrakers.

La incapacidad para muchos y la complicación que conlleva, para otros, crear nuevos formatos televisivos resulta comprensible para cualquiera. Ahora bien, si se tiene que trabajar sobre cuanto está inventado, la dignidad humana exige un mínimo de calidad, algunos valores; sencillamente, algo digno de esa dignidad. Por ello, resulta perfectamente exigible que no se trabaje con basura, y, que, ni por asomo, ésta se recicle, ya que de este tipo de basura no es posible salvar nada.

 

 

 

El Águila Real

Este documental forma parte de la serie El hombre y la tierra (19741980), cuyo guión y presentación corresponden a Félix Rodríguez de la Fuente. En El Águila Real se plasma el estilo de Rodríguez de la Fuente, que está caracterizado por un lenguaje sencillo y pausado, y que, en algunas ocasiones, parece formar parte de la improvisación.

 El documental consta de dos partes en las que se narra una historia dramática con un inicio (donde se presenta al águila real volando majestuosa en su hábitat: en las regiones árticas y en las montañas de Europa); un desarrollo (en el que se muestra cómo es la vida cotidiana del águila real, su gestación y la puesta, su lucha por sobrevivir…); y un desenlace o final (desde que el aguilucho puede valerse por sí mismo).

Es inevitable que el espectador se sienta involucrado, ya que  existe una proximidad (hay águilas reales en nuestros cielos y montañas), y, además, porque el asunto se presenta como algo inusual: visitar, conocer los dominios, el territorio, la casa de un animal tan imponente como es el águila real. Un animal que se nos antoja lejano, pero que, viendo a Rodríguez de la Fuente descender con facilidad por las montañas de Europa, se torna cercano, uniéndose así a la realidad humana.

Y es que De la Fuente consigue captar definitivamente la atención del espectador humanizando al águila real. Así, entran en juego los sentimientos, y uno llega a tomar cariño al animal. La técnica utilizada es comparar al animal con una persona: la madre da a luz a su cría, la alimenta, la protege… El espectador se enternece con todo este proceso, con la educación de la que se habla en el documental (es muy interesante cuando el macho quiere que su cría aprenda a comer por sí misma, y ella tarda en entenderlo, queriendo que el alimento se lo dé él). El espectador se sorprende cuando el águila caza, sufre si no consigue alimento para su cría, aprende con su forma de vida, se pone tenso si hay enemigos en los alrededores… Es decir, se emociona con el animal. Sobre todo, con este documental concreto, el espectador se enternece más que en otros, porque la cría del águila real es, hasta que pasan unos meses, totalmente indefensa: hay que protegerla del frío, lluvia, nieve, calor, moscas… También, el espectador capta una cercanía mayor, ya que entre el macho y la hembra se reparten las tareas: es la hembra la que suele cuidar el nido cuando el aguilucho ha nacido, pero el macho también lo hace, en ocasiones, mientras ésta se va un rato de caza. Rodríguez de la Fuente, con esta idea de aparente igualdad, sabe cómo conectar con el ser humano. Es relevante el hecho de que el águila real sea una auténtica arquitecta, una artista: construye sus nidos en las montañas de las nieves perpetuas, con una meticulosidad propia del ser humano, y en una zona privilegiada, desde la que se puede ver todo.

El lenguaje que se utiliza para humanizar al águila real es variado: monarca de los aires, reina de las aves, el feudo del águila, sus vecinos los piquirrojos, limpiar el nido, ternura del águila, ardores amorosos… Es sorprendente que, incluso, más que humanizar al animal, Rodríguez de la Fuente hace que el hombre se sienta, en distintos aspectos, inferior: animal siempre admirado por el hombre, el águila puede verlo todo, y el hombre, no. Es de destacar, también, el hecho de que cuando el águila ataca a un rebeco, lo tira por un precipicio y se lo comen, Rodríguez señala: «Con menos dramatismo, el hombre hace exactamente lo mismo». Continuamente, se intentan acercar estos dos seres: animal y humano.  

Se trata de una técnica muy acertada la de relatar una historia, ya que se consigue el objetivo final: ver el documental, desde el principio hasta el fin. La información se encuentra dosificada, y se presenta ésta como si fuese un cuento. Con este método, De la Fuente lleva al espectador de la mano, para que éste no pierda el hilo.

Es importante la forma en que se utiliza la música. La melodía constituye otro tipo de lenguaje, pero, aún así, sigue siéndolo, y, en este documental, Antón García Abril se muestra acertado al comenzar el capítulo primero con sonido ambiente. Un sonido que ayuda al espectador a introducirse en la acción con Félix Rodríguez, a descender esa montaña con él, a sentir que un águila real, animal sumamente poderoso, sobrevuela su cabeza. El espectador, sentado ante el televisor, no puede hacer otra cosa que estremecerse; pensar que, sobre él, se encuentra ese cielo azul profundo, y un animal, siempre admirado por el hombre, que lo surca, sin dificultad, viéndolo todo. Más tarde, García Abril utiliza una música adecuada para cada tipo de acción (relajada, si el águila sólo vuela marcando el territorio; o más rápida e inquieta, si el animal se dispone a cazar).

Este documental forma parte de la serie El hombre y la tierra (19741980), cuyo guión y presentación corresponden a Félix Rodríguez de la Fuente. En El Águila Real se plasma el estilo de Rodríguez de la Fuente, que está caracterizado por un lenguaje sencillo y pausado, y que, en algunas ocasiones, parece formar parte de la improvisación.

 El documental consta de dos partes en las que se narra una historia dramática con un inicio (donde se presenta al águila real volando majestuosa en su hábitat: en las regiones árticas y en las montañas de Europa); un desarrollo (en el que se muestra cómo es la vida cotidiana del águila real, su gestación y la puesta, su lucha por sobrevivir…); y un desenlace o final (desde que el aguilucho puede valerse por sí mismo).

Es inevitable que el espectador se sienta involucrado, ya que  existe una proximidad (hay águilas reales en nuestros cielos y montañas), y, además, porque el asunto se presenta como algo inusual: visitar, conocer los dominios, el territorio, la casa de un animal tan imponente como es el águila real. Un animal que se nos antoja lejano, pero que, viendo a Rodríguez de la Fuente descender con facilidad por las montañas de Europa, se torna cercano, uniéndose así a la realidad humana.

Y es que De la Fuente consigue captar definitivamente la atención del espectador humanizando al águila real. Así, entran en juego los sentimientos, y uno llega a tomar cariño al animal. La técnica utilizada es comparar al animal con una persona: la madre da a luz a su cría, la alimenta, la protege… El espectador se enternece con todo este proceso, con la educación de la que se habla en el documental (es muy interesante cuando el macho quiere que su cría aprenda a comer por sí misma, y ella tarda en entenderlo, queriendo que el alimento se lo dé él). El espectador se sorprende cuando el águila caza, sufre si no consigue alimento para su cría, aprende con su forma de vida, se pone tenso si hay enemigos en los alrededores… Es decir, se emociona con el animal. Sobre todo, con este documental concreto, el espectador se enternece más que en otros, porque la cría del águila real es, hasta que pasan unos meses, totalmente indefensa: hay que protegerla del frío, lluvia, nieve, calor, moscas… También, el espectador capta una cercanía mayor, ya que entre el macho y la hembra se reparten las tareas: es la hembra la que suele cuidar el nido cuando el aguilucho ha nacido, pero el macho también lo hace, en ocasiones, mientras ésta se va un rato de caza. Rodríguez de la Fuente, con esta idea de aparente igualdad, sabe cómo conectar con el ser humano. Es relevante el hecho de que el águila real sea una auténtica arquitecta, una artista: construye sus nidos en las montañas de las nieves perpetuas, con una meticulosidad propia del ser humano, y en una zona privilegiada, desde la que se puede ver todo.

El lenguaje que se utiliza para humanizar al águila real es variado: monarca de los aires, reina de las aves, el feudo del águila, sus vecinos los piquirrojos, limpiar el nido, ternura del águila, ardores amorosos… Es sorprendente que, incluso, más que humanizar al animal, Rodríguez de la Fuente hace que el hombre se sienta, en distintos aspectos, inferior: animal siempre admirado por el hombre, el águila puede verlo todo, y el hombre, no. Es de destacar, también, el hecho de que cuando el águila ataca a un rebeco, lo tira por un precipicio y se lo comen, Rodríguez señala: «Con menos dramatismo, el hombre hace exactamente lo mismo». Continuamente, se intentan acercar estos dos seres: animal y humano.  

Se trata de una técnica muy acertada la de relatar una historia, ya que se consigue el objetivo final: ver el documental, desde el principio hasta el fin. La información se encuentra dosificada, y se presenta ésta como si fuese un cuento. Con este método, De la Fuente lleva al espectador de la mano, para que éste no pierda el hilo.

Es importante la forma en que se utiliza la música. La melodía constituye otro tipo de lenguaje, pero, aún así, sigue siéndolo, y, en este documental, Antón García Abril se muestra acertado al comenzar el capítulo primero con sonido ambiente. Un sonido que ayuda al espectador a introducirse en la acción con Félix Rodríguez, a descender esa montaña con él, a sentir que un águila real, animal sumamente poderoso, sobrevuela su cabeza. El espectador, sentado ante el televisor, no puede hacer otra cosa que estremecerse; pensar que, sobre él, se encuentra ese cielo azul profundo, y un animal, siempre admirado por el hombre, que lo surca, sin dificultad, viéndolo todo. Más tarde, García Abril utiliza una música adecuada para cada tipo de acción (relajada, si el águila sólo vuela marcando el territorio; o más rápida e inquieta, si el animal se dispone a cazar).

El visón europeo: ese gran desconocido

 

  

Nuestro mamífero más amenazado

 

Quizá nos suene el nombre, por los suaves abrigos que se elaboran con su piel. Sin embargo, su apellido no resulta tan familiar. Es del visón americano de quien se obtiene tan valiosa prenda. Del europeo sólo se conoce, en la actualidad, la existencia de dos núcleos relevantes de población: uno situado en el sureste francés, y el otro, en la zona vasco-navarra, en España. A mediados del siglo pasado, comenzó a desaparecer en Europa Central, a causa, principalmente, de la alteración de su hábitat y de la convivencia con el visón americano, al que tiene que hacer frente. Desde entonces, el número de visones europeos no ha dejado de reducirse. Los especialistas afirman que es motivo de preocupación.

 

¿Cómo es?

 

El visón europeo es un pequeño mamífero carnívoro, totalmente ligado a los medios acuáticos. Sus pies son semipalmeados, lo que le permite nadar y bucear sin ningún problema. Sus patas son cortas, y el cuerpo y la cola, alargados. Es de color marrón, casi negro, con manchas blancas por encima y por debajo de la boca; su longitud varía entre 50 y 60 centímetros; y pesa, aproximadamente, dos kilos. Se trata de una especie muy parecida a la comadreja. Este pequeño animal vive en terrenos húmedos (ríos, marismas, lagunas…), provistos de una buena vegetación, y es muy difícil de ver, ya que sus hábitos son nocturnos.

 

No se conoce el número de visones existentes, pero se sabe que en la cuenca del Ega, en Belate, y en la Sierra de Aralar, en donde hay un parque natural, en Navarra, éste es relativamente alto.    

 

¿Desaparecerá?

 

El visón europeo es una especie en regresión; su extinción se viene fraguando desde que la especie fue desapareciendo en el centro de Europa, la antigua U.R.S.S. y Francia. Los motivos son varios: Por un lado, su hábitat se ha visto alterado, profundamente. En Francia, por ejemplo, en los últimos veinte años, se ha perdido casi la mitad de tierras húmedas, para aprovechamiento agrícola. Las obras que se realizan en los cursos de agua, como canalizadores, carreteras, limpieza de riberas… afectan negativamente a la supervivencia del visón. La vegetación también se ha reducido, por deforestaciones.

 

Otro motivo por el que los visones mueren es la competencia que se da con otros animales de su familia (mustélidos), que habitan en los mismos lugares, y tienen costumbres semejantes. Nos referimos, sobre todo, al visón americano; aunque tampoco hay que olvidar a la nutria y a las grandes aves rapaces diurnas y nocturnas. El visón americano es de mayor tamaño que el europeo, y vive en idénticos nichos ecológicos. Por ello, y por su aparente mayor resistencia a las alteraciones del medio ambiente, el visón americano sustituye al europeo. Además, no hace falta decir que el más fuerte siempre gana. El visón americano llegó a Europa en los años veinte. Hoy día, es un animal común en gran parte del continente.

 

Por otro lado, la polución y la contaminación de los ríos también influye en la regresión del visón. Lo hace en mayor medida en el caso del americano, que en seguida se ve afectado por ciertos contaminantes, como el metilmercurio; Sin embargo, se han encontrado altos niveles de mercurio en diferentes ríos de Francia, en donde la especie casi ha desaparecido. Por esto, se cree que la contaminación del agua también afecta a los visones europeos.

 

Se puede hablar de otros factores, como los parásitos que viven en el interior del europeo, que provoca deformaciones importantes en el cráneo; de la caza ilegal de estos animales; de la falta de alimento, sobre todo, en periodos de escasez; o, también, del tráfico rodado. A menudo, el visón europeo atraviesa carreteras, cuando busca nuevas áreas vitales. En España, de un total de 43 ejemplares, el 72,1 por ciento murió por la acción directa del hombre, el 23,3, atropellados, y el 4,6 restante, ahogados de forma accidental.

 

Para conocer, con mayor profundidad, los factores que inciden negativamente sobre el visón europeo, visite la página: http://www.mma.es/Naturalia/naturalia_h…nica/mamiferos/vison/incluser/Cap08.html

 

En cuanto a la contaminación de la que hablábamos, el estado de conservación de nuestros ríos es dispar. Por un lado, destacan por su buen estado los de la mitad norte de Navarra. En el extremo contrario, el Ebro, el Zadorra y los tramos medios-bajos de los ríos cantábricos se encuentran sumamente alterados. Por ahora, el visón siempre ha mostrado una aparente tolerancia, al ocupar ríos característicos de los dos extremos. Sin embargo, el ejemplo citado, antes, sobre la contaminación de los ríos de Francia, y la posterior regresión de la especie allí, provoca que uno se plantee la relevancia de la buena conservación de las aguas de Navarra. Quién sabe si, dentro de algún tiempo, los visones abandonarán, también, esos ríos contaminados, y se asentarán todos en la Comunidad Foral.

 

¿Cómo se pueden conservar?

 

Cualquier pronóstico sobre la viabilidad o el futuro del visón europeo, como especie salvaje, ha de ser cauto, ya que la protección integral no es suficiente. La información que ofrece la literatura científica no permite calcular tamaños de población mínima viable, determinar áreas críticas, o elaborar modelos predictivos para la conservación de la especie.

 

Así y todo, un posible plan de conservación de la especie, podría estar constituido por la vigilancia de la presencia del visón americano. Por otra parte, la protección del hábitat debería centrarse en los ríos, donde ha sido detectada la especie, e incluiría la conservación de la vegetación, la restauración de las márgenes de los ríos y regatas, y la mejora de la calidad del agua. En las áreas donde hubiese visones, deberían prohibirse los cepos para carnívoros, y regularse, estrictamente, el uso de lazos.

 

En Navarra, se están proponiendo actuaciones que pretenden favorecer la presencia de algunas especies, entre ellas el visón europeo, en las zonas verdes del interior de Pamplona. Por supuesto, no aspiran a su implantación en ella, ya que eso sería imposible sin la reconstitución de los ecosistemas originarios. Son cambios en las diversas capas del paisaje, dirigidas a corregir las fragmentaciones existentes, y a mejorar la capacidad del hábitat. Para el caso del visón, la actuación correspondiente es la regulación de caudales, y el control de escalas. Otros cambios son el establecimiento de franjas de protección en barrancos de cinco metros, favorecer la fauna silvestre mediante el inventario y conservación de setos, y determinados acuerdos entre agricultores y ganaderos, para evitar el pastoreo en las zonas en las que habite el visón.

 

 Y es que las poblaciones rurales desempeñan un importante papel en este tema que nos ocupa. En el mundo rural no se arrojan residuos industriales a las aguas, ni tienen proyectos de urbanización, tan ambiciosos como en las ciudades. De esa manera, se salva una gran cantidad de espacio, que permanece intacta, para que viva el visón, y otras especies.

 

Creo que, poco a poco, se va conociendo en mayor medida a este gran desconocido: el visón europeo. Cada vez hay más información sobre él. Sin embargo, sigue siendo elevada la cantidad de interrogantes que existe al respecto. Todavía quedan muchos estudios por hacer y planes que idear, para su conservación. Esperemos que surjan buenas soluciones, y podamos disfrutar de él durante generaciones y generaciones.

 

 

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