«Érase una mujer a un tumor pegado…»

«Érase una mujer a un tumor pegado… Érase una pirámide de Egito, Los doce tribus de tumores era…»

 

Pero ésta no es ninguna crítica cómica a un enemigo literario. Ésta es la realidad. Así es como se siente ella, desde hace un mes. Esto es lo que dice a su gente, intentando reírse del problema,  parafraseando a Quevedo, pero no haciéndole esto ninguna gracia.

 

Olía que algo no iba bien. O, mejor dicho, veía que su sien derecha era desigual a la izquierda ya desde hacía un tiempo. Pero ¿desde hace cuánto? «¿Meses?». «No, mamá. Un año seguro. Acuérdate que en la boda de Mar me lo comentaste en el baño». «Tienes razón. Quizá sean dos…». Como ahora me fijo, las fotos me dicen que unos cinco.

 

Pero pensaba que el hueso se estaba deformando, por cuestiones de edad, porque la vida es así, porque patatín, porque patatán. Nunca pensó ella, nunca pensé yo, nunca nadie pensó que sería un tumor. Uno no piensa en esas cosas. Las ve lejanas, las ve ajenas, las ve imposibles. Pero ocurren. ¿Cómo va a pensar uno que algo no va bien? En realidad, hasta el más pesimista es optimista en salud. Uno no quiere ni pensar que le puede tocar a él, quizá por miedo a que por fin le toque la loto, pero justo la que uno no quiere que entre en su casa. La de la desgracia.

 

Un tumor en la cara, justito, justito debajo del cerebro. No parece grave. Es benigno. Eso no es nada. Vete por  lo público. Hazte la punción. No hagas resonancia, no hace falta. Tampoco tac; eso no es necesario. Vete a este otro médico. Eso lo opera un maxilofacial cualquiera. Es muy simple, pero yo no lo opero. Vete a este otro, es muy majo. (No me vale que sea majo ¿es bueno?). Mujer, es una operación muy fácil. Muy fácil muy fácil. Es un tumor benigno, lo dice la punción. 2 por 2 y por 1. (Me duele mucho tras el pinchazo. Está más grande tras el pinchazo). Es normal que duela, que esté más grande; eso no es nada. No duele. (¿Lo habrá tenido él alguna vez?). Vete a este médico y pregunta que cuál de las dos te recomienda: resonancia o tac. (Creía que no hacían falta más pruebas). Bueno, cuanta más información mejor, la verdad, para cuando se tenga que extraer. (Tengo miedo al líquido de contraste, me puede dar alergia. ¿Es yodo? Me da angustia meterme en un tubo por ¿cuánto exactamente? Hora y cuarto. Sin música. Me han dicho que en el Rúber ponen música. Además es menos tiempo. Cuento ovejas, lloro, me falta el oxígeno. Entro en mi cabeza, veo el bulto lo agarro y lo tiro bien lejos).

La prueba ha salido muy bien, lo mismo: Hemangioma. Benigno, bla bla bla. Vaya al cirujano maxilofacial público. Le dará cita para verla de nuevo y ya extraerlo de una vez. (Sí, sí, sí. Gracias a Dios… Llevo un mes sin pegar ojo).

 

Uy, esto es complicadísimo. Es benigno, pero aquí dice que al poner el líquido de contraste hubo una reacción que suele aparecer cuando el tumor es de nervios o de vasos.. (¿Y eso qué coño quiere decir? En cristiano, por favor). Esto… puf… Cuando lo extraiga, voy a tocar el nervio porque esto está lleno de nervios y la frente quedará paralizada, no podrá mover las cejas, y el párpado también quedará paralizado. (¿¿Perdone??). No podrá cerrar nunca  el párpado, pero se hacen unas operaciones ahora en las que se ponen unos pesos en los párpados… (Esto no me puede estar pasando a mí). Si quiere, puede ir a un privado, pero no por pagar se lo van a hacer mejor o le van a decir otra cosa… (Lloro por dos días enteros. Voy a un privado). Nadie sabe en el mundo más de tumores que YO. No tiene sentido nada de lo que te han dicho. Hay que ir a uno de plástica. Ni Suárez, ni Colmenero ni nada de nada, porque  esto no está en el cerebro. De PLÁSTICA…

 

Érase una mujer, una bonita mujer a un tumor pegado, érase un tumor superlativo, un bulto al que nadie dio vela aquí. Unas células asquerosas reproducidas de no se sabe dónde ni por qué que han robado la sonrisa a mi madre. Si el cuerpo humano es tan imperfecto, que a la que el cáncer no la afecta por arriba, le afecta por abajo o por los lados, ¿por qué carajo no se inventa algo? ¿Por qué hay tan pocos privilegiados que pueden hacerlo y por qué aún siendo brillantes tardan tanto en descubrir curas y tienen que hacerlo en grandes grupos? ¿Por qué somos tan cortos de mente, que ni siquiera entendemos nuestro propio cuerpo? ¿Por qué nuestro más preciado bien está cubierto por algo tan endeble? ¿Por qué mi madre? ¿Por qué, por qué, por qué?

La transición a través de la prensa

No resulta sencillo precisar una fecha concreta para la determinación del comienzo de la transición política española. Son varios los días clave que contribuyeron a arrancar el proceso, pero no cabe duda de que el 18 de marzo de 1966 ya se dio un gran paso en el arduo camino. El estatuto de la profesión periodística rezaba hasta entonces: «El periodista ha de observar las normas cristianas y guardar fidelidad a los principios del Estado». Ello implicaba la renuncia a toda crítica de la situación social, política y económica. En 1966, el régimen aceptó la Ley de Prensa e Imprenta promovida por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, que concedía a todo español «el derecho a expresar libremente sus ideas, mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado». Por otra parte, se establecían muchas limitaciones a esa libertad de expresión, con graves sanciones para los que criticasen al gobierno, y, por eso, fue aceptada, ya que no entrañaba ningún riesgo para la autoridad. Aun así, era tal la situación en la que España se había visto sumergida durante tantos años, que aquella ligera modificación significó un «cambio apreciable»[1] y bastó para marcar el comienzo de la transición española a la democracia[2]. Con la mencionada ley no surgió el pluralismo, pero sí comenzaron a publicarse diversas opiniones, con «una cierta labor de crítica, al resaltar algunas cosas que resultaban menos agradables para las autoridades»[3]. Lo que resulta indiscutible es que el esfuerzo de algunos periodistas y periódicos de esta época por conseguir más libertad fue lo que hizo posible que la sociedad española evolucionase. Estos «sustituyeron la falta de debate político organizado, prestando sus columnas para ello»[4].

Por aquellas fechas, los periódicos españoles apenas habían sufrido alteraciones desde el final de la Guerra Civil. Los diarios de mayor tirada en Madrid eran ABC, Ya, Pueblo y Madrid; mientras que Arriba, Informaciones y El Alcázar tenían una difusión muy inferior. Las grandes tiradas de ABC y Ya obedecían a ser el portavoz de la aristocracia monárquica y de las clases medias conservadoras el primero, y el representante del nacional-catolicismo, el segundo. Arriba no llegaba a los veinte mil ejemplares diarios, algo que resultaba curioso, ya que además de ser el órgano oficial del régimen, tenía una buena presentación e impresión; Por otro lado, Informaciones sufría para subsistir, por falta de capital. El Alcázar, por su parte, portavoz del sector más reaccionario del régimen, no destacó nunca por sus ventas e influencia. El diario de mayor tirada de toda España, en aquel momento, era La Vanguardia, de Barcelona[5]. A la muerte de Franco, en 1975, comienza una nueva etapa en la prensa española: «quedan caducos los viejos modos de hacer periodismo, decaen los periódicos tradicionales de ámbito nacional, aparecen nuevos grupos editoriales y se transforma la prensa del Movimiento en prensa del Estado»[6]. En julio de 1976 dimite como jefe de Gobierno, inesperadamente, Arias Navarro, al que don Juan Carlos de Borbón («cuyas actuaciones en la transición han merecido todo tipo de reconocimientos por parte de todo el mundo»[7]), agradece los servicios prestados con la concesión de un título nobiliario. Nombra entonces a Adolfo Suárez como nuevo jefe de Gobierno, y algunos temen que esto signifique un paso atrás en el proceso de libertad, ya que «procedía del franquismo»[8]. Sin embargo, contra todo pronóstico, Suárez eligió la democracia, hasta el punto de llegar a ser el verdadero «piloto de la transición»[9]: Al poco tiempo de su nombramiento, en julio, pone en libertad a miles de presos políticos, autoriza la publicación de dos nuevos diarios madrileños de carácter liberal (El País, de la mañana, y Diario 16, de la tarde), y, si no legaliza todos los partidos políticos, permite que puedan reorganizarse e incluso celebrar asambleas y congresos. Además, en su labor también destaca el proyecto de reforma política, aprobado por mayoría en el referéndum, celebrado el 15 de diciembre de ese mismo año[10]. Si las elecciones de junio de 1977 abrieron de manera imparable el proceso constituyente culminado en el 78, la crucial intervención del Rey para sofocar el Golpe de Estado del año 81 y la alternancia en el poder de los socialistas al año siguiente mostraron la autenticidad de las nuevas instituciones democráticas[11]. Y es que «la Monarquía ha sido la clave de la reconstrucción social y política de España, por ser una magistratura superior independiente; algo esencial[12]«.

 Los siete años transcurridos desde la muerte del caudillo pueden dividirse en tres periodos perfectamente definidos: el primero comprende desde su fallecimiento hasta la aprobación, un año después, de la reforma política. El segundo se inicia en diciembre de 1976, transita por las elecciones generales de junio de 1977 y por el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña, y termina en diciembre del año 78, cuando se promulga la Constitución, aprobada por las primeras Cortes de la monarquía restaurada. El tercero y último parte de las elecciones legislativas y municipales de marzo y abril de 1979 hasta 1982, con el Golpe de Estado en febrero del año 81 y el triunfo socialista de Felipe González en el 82. Para la prensa, la primera de estas etapas supuso unos años de luchas teñidas de verde esperanza y una pequeña recuperación de la influencia que antaño llegó a ejercer. Fueron muchos los obstáculos que un franquismo no resignado a desaparecer puso en su camino, con «suspensiones, amenazas y agresiones». La segunda etapa representa una especie de edad de oro periodística, en la que el número y la calidad de las publicaciones creció en suma medida. Por fin, el ciudadano se mantiene informado y se mueve a pensar y a actuar por un periodismo ágil y polémico: «Se sienten protagonistas de su propio destino», y es que los españoles son los verdaderos personajes principales de esta transición hacia la democracia. En el tercer periodo mencionado, lamentablemente todo cambia, y por cansancio e indiferencia se expande un desencanto generalizado. La gente está defraudada, porque, aunque se han producido cambios, todo continúa igual: las viejas estructuras sociales, el aumento del desempleo y la inflación…:  Y el gobierno de Suárez no halla el modo de solucionar la crisis. Los periódicos sufren directamente los efectos negativos de la situación: Desciende su tirada tan pronto como se incrementa, no se invierte publicidad en ellos, suben los costes de producción… Y, aunque el precio del diario se incrementa (multiplica 200 veces su precio desde el año 36, pasando de quince céntimos a treinta pesetas),  la crisis continúa y desaparecen cinco de los once periódicos que aparecen en la capital de España, entre ellos, Arriba e Informaciones[13]

Sobre la transición, hay varias posturas, pues «valores emergentes y decadentes afectaban a periódicos con una tradición consolidada en el franquismo y que encontraron complicado acoplarse a la nueva situación»[14]. El director de El País, Juan Luis Cebrián, era de «Izquierda Democrática, rama «progresista» desgajada de la Democracia Cristiana, del ex ministro Ruiz Jiménez». El periódico salió en el momento idóneo en lo político, ya que sus posibles competidores decaían entonces, lo formaba un equipo entusiasta, un planteamiento moderno, un público apropiado y grandes hechos que contar. ABC mantuvo su «tradición liberal, independiente y monárquica». Ya, otro de los grandes medios tradicionales, era de Editorial Católica. Fue un periódico «coherente y sólido, doctrinal y seguro, defensor de una derecha moderada y de un prudente conservadurismo, y órgano de opinión para amplios sectores cristianos», aunque se mantenía independiente. El diario madrileño de la tarde Informaciones consiguió, a partir de 1968, mucho prestigio por los comentarios de sus columnistas y su servicio de documentación. Uno de sus últimos directores fue Emilio Romero, «el comentarista político más tenaz de la historia del periodismo español», que supo transmitir su personalidad en el diario, y éste se convirtió así en un periódico serio y eficaz. El Alcázar era de extrema derecha y seguía una línea editorial en sintonía con el Movimiento. En 1985 se le tachó de pro-golpista. Arriba fue el punto de arranque de la Prensa del Movimiento. Lo fundó Primo de Rivera, y siempre mantuvo un tono de altura intelectual. Casi todos sus directores fueron falangistas. Sin embargo, con el paso del tiempo, el diario se llenó de gente de izquierdas, y apoyó «decididamente la democracia, aportando su grano de arena a la creación de una conciencia de libertad y respeto». Por su parte, Diario 16, publicación de trayectoria zigzagueante pero también paradigma del nuevo periodismo que surgía y uno de los diarios emblemáticos de la transición, tuvo en sus comienzos un tono más bien frívolo. Después, con el impulso de Pedro J. Ramírez, adquirió un espíritu de constante innovación periodística, investigación y denuncia. Además, «fue convirtiéndose en enemigo encarnizado del gobierno socialista»[15]La Vanguardia, diario de la burguesía catalana, ha sido siempre informativamente exhaustivo. Supo mantener, también, «una moderada línea de catalanismo españolista y un talante liberal». Con la democracia, entró en crisis por la competencia de El País. El Periódico de Catalunya fue muy relevante allí, ya que las nuevas realidades sociales rebajaron la importancia de un periodismo burgués para dar paso «al éxito de un diario populista y bien diseñado». Egin, diario de fuerza nacionalista, surge en el País Vasco el 29 de septiembre del año 76 y constituye el «órgano del abertzalismo extremista y portavoz del partido radical Herri Batasuna»[16]; «es muestra del nuevo sistema autonómico»[17].   

Acerca del tratamiento dado por los distintos diarios a la reforma política de diciembre del año 76, Ya habla «del principio de una vida democrática«, de paz, libertad, critica la violencia… Se adivina su personalidad a través de su artículo: los principios fundamentales del catolicismo se encuentran patentes. El diario Arriba, órgano del Movimiento, con un estilo claro, correcto y ameno, analiza los hechos explicando que España «desea el cambio y lo promueve» y que eso significa «voluntad de decisión«. Apoya la democracia y se enorgullece de que «todo haya ido en orden» y con buenos dirigentes. Acepta que ya no hay marcha atrás y que el régimen se ha acabado. El País, con más desparpajo que el anterior diario, estudia los sucesos más exhaustivamente y con un mayor escepticismo. Habla del significado confuso del referéndum, ya que dice que «presentar el sí como única alternativa al continuismo pesa en el éxito obtenido», y de «comprobar si el Gobierno emprenderá la vía democratizadora», ver si sabrá ganar y «no abusar de la victoria». Diario 16, por su parte, también acoge la reforma política con entusiasmo, por supuesto. Habla de «una nueva etapa fundamental para la democracia» pero, al igual que El País, lo hace de forma realista, es decir, con «pies de plomo», señalando que todavía hay muchos problemas que deben ser afrontados: «Fijar las bases de un compromiso constitucional, remediar la grave situación económica, abordar la cuestión de las autonomías regionales…». No deja de citar, además, términos democráticos como «diálogo, negociar, debate«. El Alcázar, afín al régimen de Franco y con un estilo más ardoroso y valiente que Arriba, habla de su «deseo ferviente de bienestar y ventura» para España y de que, por eso, no hay en él sentimiento de derrota»; Sin embargo, deja bien claro que «no se trata de la Victoria del pueblo, sino de la victoria pírrica de la especulación partidista» (opinando que todo será peor para el vencedor que para el vencido), y deja caer ideas como «espejuelo democrático del Gobierno», «el pueblo le da su protagonismo a los partidos políticos» o «un empeño democrático que busca más las apariencias formales que los esenciales contenidos democráticos». Es como si continuamente avisase de que todo va a salir mal, por votar la ley.

En cuanto a la legalización del Partido Comunista de abril de 1977 llevada a cabo por Suárez, La Vanguardia Española la ve como «otro paso en la transición». Se muestra de acuerdo y dice que lo importante es «legalizar los partidos, porque quiere decir poner dentro de la ley la vida política real, y es una invitación a la responsabilidad pública«, valores que este diario admiraba. Informaciones, con un desenfadado estilo,  habla de «un tanto a favor del Gobierno» por esta «acertada» decisión, y, sobre todo, habla la elección de la democracia por parte de Suárez: «El Gobierno ha rechazado prudentemente la tesis de los que propugnaban que la democracia debía construirse eliminando a los no-democráticos«. También prevé que, a partir de ese momento, todos van a vigilar al PCE, pero no por un «anticomunismo cerril», sino como lo que siempre se hace con «los que quieren influir en la vida pública». El Alcázar titula su opinión sobre el tema con un Gol, explicando que «el Gobierno lo ha metido en su propia portería, que, se juró, estaba defendida». También recuerda que «ante las Cortes, casi con lágrimas en los ojos, se aseguró que con la ley del año anterior el Partido Comunista no podría ser legalizado nunca«. Con su característico tono exaltado y sanguíneo, elabora una ardiente crítica al Gobierno de Suárez, acompañada por un símil de un partido de fútbol. ABC lo dice bien claro en el título de su artículo: Discrepa. En primer lugar, cree que «la trascendencia misma del hecho hubiera merecido una extensa declaración justificatoria del Gobierno»; después califica al suceso como «preocupante resolución«, y, al igual que El Alcázar (más bien éste al igual que ABC ya que se publicó un día después El Alcázar), recuerda a los lectores que «desde las Cortes se dijo que era imposible legalizar un partido de perfiles e historia totalitarios«. Además, contrariamente a lo que opina Informaciones, afirma: «No es hacer viable la democracia el condescender con aquellos que no practican sus reglas cuando llegan al poder». El País califica al hecho como «buena noticia«, porque normaliza y, así, habrá «pluralismo real» y contribuirá a analizar la credibilidad democrática de sus posiciones. El diario demuestra ser objetivo cuando afirma que «sin esta medida, las elecciones de dos meses después no hubieran sido representativas«, aunque después intenta crear ideas y opiniones con frases del tipo: «Por eso, ha de recibirse con satisfacción la resolución del Gobierno» o «la ilegalidad del PCE era injusta y una torpeza…».

Sobre las elecciones generales del 15 de junio del año 77, El País destaca «las provocaciones y anomalías de minorías empeñadas en obstaculizar el parto de la democracia«,  pero, también, que éstas no consiguieron «enturbiar el clima de serenidad que reinó». Subraya, sobre todo, la «firmeza y determinación de España» al recibir la libertad y la idea, de nuevo, de «saber ganar«: «moderación en las filas de los vencedores«. Ya, al igual que El País, informa de los incidentes ocurridos y de que «el país ha votado pacíficamente«, así como también señala la idea de que «los vencedores se den cuenta de que pueden ser minoría» en un futuro. Arriba destaca que «es la primera vez en nuestra historia moderna que toda la nación se moviliza por la paz«, además de hablar, como los anteriores diarios, de paz, libertad, democracia…, señala que «hemos ganado todos«. Diario 16 demuestra ser optimista y esperanzador. Explica los hechos diciendo que España ha ido a las urnas «con alegría y optimismo concientes de estar haciendo algo decisivo para el futuro«. Y, además, informa también de los incidentes ocurridos de «falta de papeletas y urnas sin sellar», pero haciendo ver que la jornada fue positiva a pesar de todo. Destaca, en resumen, que ha nacido un país.

Acerca del  restablecimiento de la Generalitat de Cataluña en septiembre de ese mismo año, El Alcázar se muestra en desacuerdo y comenta que se trata de «un atropello a la democracia«, ya que «resulta anormal que el Ejecutivo, por su cuenta y riesgo, apruebe una provisionalidad que a nada conduce». Señala el diario que el pueblo es «teóricamente soberano, pero sin arte ni parte en la grave decisión«. Diario 16 opina sobre ello que es el «primer paso efectivo de un proceso autonómico; una conquista vital para la democracia«. Incluso lo califica como «solución de un sueño». Arriba informa del suceso recalcando que el «espíritu de diálogo» estuvo muy presente en todo momento, personificándolo con adjetivos como «protagonista milagroso y certero, conciliador y respetuoso«. El diario deja bien claro que «no ha cambiado el objetivo de España de unidad; simplemente, la perspectiva«.

En cuanto al Referéndum Constitucional del 6 de diciembre del año 78, El Alcázar habla de «la desembocadura patética del proceso constituyente». Opinan que «la ruptura tiene un precio» y que «es lo peor que podría suceder: que tras la Constitución sólo esté poco más de la mitad de los españoles». Dice, además, que el futuro político es «incierto«. El País informa de que «la abstención fue mayor de lo previsto» y Egin titula su artículo con un Fuerte rechazo a la Constitución, por parte de Euskadi. Diario 16 se muestra de nuevo optimista y subtitula: «El pueblo español votó a la Constitución, aunque hubo más abstención de la prevista». El Periódico de Catalunya, por su parte, informa sobre el «grave y dramático» caso vasco, y señala que «la cara opuesta de la moneda ha sido Cataluña«. Además, revela que «en las abstenciones está reflejado el desencanto de los últimos doce meses».

Acerca de las elecciones municipales del 3 de abril de 1979, El Alcázar, en su línea, destaca que «la izquierda alcanzó su objetivo: Madrid tendrá un alcalde marxista«. Egin informa de «la menor afluencia de votantes que en las elecciones generales del pasado uno de marzo. Informaciones también subraya el abstencionismo, como «dato más llamativo» de la jornada. El diario lo achaca a que se ha ido tres veces a las urnas en menos de cuatro meses, y a «la desvalorización que efectuó el franquismo, con su farsa de elecciones municipales». El Periódico de Catalunya, con un tono crítico y enojado, se decanta por contar los desafortunados incidentes del día anterior: «Caciquismo, prepotencia, picaresca, invención de votos por correo…». Arriba, por otro lado, habla de los hechos como de «última etapa, recta final del largo y complejo proceso del cambio político que nos ha llevado a la plenitud democrática«. También refleja la menor participación en las urnas que en anteriores ocasiones y hace ver lo importante que son unas elecciones municipales, ya que ahí «se afianzan los pilares más sólidos de la construcción de un Estado libre«.

En cuanto al Golpe de Estado de febrero del año 81, El País lo designa «alevoso atentado contra el pueblo español, una humillación para la dignidad y madurez de España y una criminal violación de la Constitución», con su característico tono crítico y fervoroso que se demuestra en el uso de epítetos. Además, destaca la acertada actitud del Rey, diciendo que «es símbolo de la legitimidad constitucional y democrática» Egin lanza un decálogo antigolpista, mientras que El Alcázar habla de «un proceso político que, por la dimensión de sus errores, ha conducido a tan extremos resultados«. Diario 16 relata las «horas amargas» pasadas el día anterior y también alaba la actuación de don Juan Carlos, al que llama «gran faro de esperanza«. El Periódico de Catalunya, por otro lado, describe el suceso del 23-F con «indignación, aunque con esperanza«, esperanza de que la democracia supere los obstáculos que se le presenten en el camino.

Sobre las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, ABC destaca «el porcentaje más alto que en anteriores convocatorias», y comparte su «respeto por las opciones individuales y un acatamiento del veredicto de las urnas». Diario 16 señala la «alegría democrática» percibida en la jornada electoral y que «no apareció por ninguna parte el fantasma de las dos Españas«, algo verdaderamente importante. Egin informa sobre una mesa redonda que tuvo lugar en Bilbao, en la que «se valoraron los resultados globales y particulares» del triunfo socialista. En ella se afirmó que existía «una gran expectación por lo que vaya a hacer el PSOE en la comunidad vasca». La Vanguardia también destaca la elevada participación en las urnas «incluso en el País Vasco». Considera este diario el triunfo de González como «un cambio importante en el panorama político», ya que «una democracia moderna se consolida cuando consigue combinar armónicamente la continuidad con los cambios».

Lo que resulta evidente, tras este amplio estudio, es que la transición se dio a conocer a través de la prensa, y que ésta contribuyó en suma medida a que aquélla se tornase posible.

 

 

 


[1] Esta expresión es de José Javier Sánchez Aranda, de su libro Breve historia de la comunicación en el mundo contemporáneo, ediciones Newbook, 2000.

[2] Idea obtenida de Historias de la prensa, de Eduardo de Guzmán, ediciones Penthalon, 1982.

[3] Cita de José Javier Sánchez Aranda en el mencionado libro.

[4] Cita de Censura tras la censura, crónica personal de la transición periodística (1970-1975), de Esteban Greciet, editorial Fragua, 1998, Madrid.

[5] Información obtenida de Historias de la prensa, de Eduardo de Guzmán, ediciones Penthalon, 1982.

[6] Cita textual de Censura tras la censura, crónica personal de la transición periodística (1970-1975), de Esteban Greciet, editorial Fragua, 1998, Madrid.

[7] Cita de Raúl Alfonsín, ex presidente de la República Argentina.

[8] Información de Geografía e historia de España, de J. Prats, J. Castelló, R. Fernández, M. García, I. Izuzquiza y M. Loste, ediciones Anaya.

[9] Expresión de Historia gráfica del siglo XX en España, de ABC.

[10] Información obtenida de Historias de la prensa, de Eduardo de Guzmán.

[11] Idea del historiador Javier Pradera, de Internet.

[12] Cita de Julián Marías en el artículo Intrahistoria de la transición, publicado en ABC Madrid el 20 de junio de 2002.

[13] Ideas y cita de Historias de la prensa, de Eduardo de Guzmán, ediciones Penthalon, 1982.

[14] Cita textual de Breve historia de la comunicación en el mundo contemporáneo, de José Javier Sánchez Aranda.

[15] Cita textual de Sánchez Aranda en Breve historia de la comunicación en el mundo contemporáneo.

[16] Información y citas textuales obtenidas de Censura tras la censura (1970-1975), de Esteban Greciet.

[17] Cita de Breve historia de la comunicación en el mundo contemporáneo, de Sánchez Aranda.

Periódicos en guerra

El 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil española, pero ésta no se decide sin motivos. Existen unos antecedentes que nos son necesarios para comprender los hechos. [1]Los conflictos habían comenzado ya tras 1917, con la Revolución Rusa, la Guerra Mundial, los movimientos obreros… Además, en España se estaba dando una crisis en la milicia; en 1921 se había producido el desastre de Annual en África; y existía también un desorden político (hubo catorce gobiernos en cinco años). El problema social era ya muy evidente y las soluciones que se proponían no servían. De la mano del rey Alfonso XIII llegó entonces al poder Primo de Rivera con su Dictadura (1923-1930), por la que se llegó a alcanzar una coyuntura económica favorable, pero no la reconstrucción de la vida política del país. [2]Más tarde, la crisis americana del año 29, con su enorme capacidad destructora, afectó también a España, que presenció una brutal caída de sus exportaciones.

[3]En enero de 1930, Primo de Rivera presenta una petición de respaldo a los militares, y, al no proporcionárselo, se exilia y muere en marzo de ese mismo año. Ningún político quiere asumir el poder entonces, y el rey decide confiar el Gobierno al militar Berenguer, pero su mandato supuso un auténtico fracaso. Fue a Ortega y Gasset a quien se le ocurrió llamarlo «el error Berenguer». Tras ese «gran hallazgo» llegó otro semejante: el del almirante Aznar, que decide convocar elecciones para abril de 1931. La oposición, para estas fechas, ya había crecido considerablemente. Los intelectuales y el pueblo querían la República por rechazo al régimen instituido. Así, las urnas dieron el triunfo a los candidatos republicanos en los grandes núcleos urbanos, y la II República se instauró, pues, el 14 de abril, sin violencia y muy apoyada por la mayor parte de los españoles. [4]«El nuevo régimen estaba llamado a enterrar la vieja España. Se esperaba un revolcón social con la reforma agraria, el protagonismo obrero y un correctivo a la omnipresencia de la Iglesia». Sin embargo, en el fondo, nadie defiende la República. Todos los partidos van a mirar más por su propio desarrollo, que por la estabilidad del régimen, y, así, la República fracasó por sus problemas internos y su incapacidad de llevar a cabo un programa reformista demasiado amplio. [5]A partir de la proclamación de este nuevo régimen, comenzó una etapa en la que «la prensa estuvo inmersa en una crisis en todos los niveles, que desembocó en la Guerra Civil». Es cierto que la actividad periodística se desarrolló en gran medida en este periodo, por el ritmo que ya había alcanzado y por el débil progreso del cine y la radio; sin embargo, la crisis económica, social y política que gobernaba en aquel momento entorpeció en numerosas ocasiones su avance. Al principio, la prensa constituyó una amenaza para los gobernantes, porque la mayoría de los periódicos relevantes eran antirrepublicanos (ABC supuso el caso más doloroso para ellos, pues poseía una gran tirada, una enorme capacidad de generar opinión, y de ningún modo aceptaba la República, aunque no se adscribía a ningún partido político para no «mermar su independencia». [6]Aún así destacó por sus campañas de opinión en contra de la Constitución laica y progresista en 1931). Las publicaciones que sí van a  aceptar la República son, entre otras: Heraldo de Mdrid, La Libertad y El Liberal.

[7]En febrero de 1936 hubo elecciones, que fueron ganadas por los partidos de la izquierda (el Frente Popular agrupaba a estos partidos, mientras que la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas, lo hacía con los partidos de derechas.) Tras los resultados electorales, se llegó a una cifra elevada de desórdenes y asaltos. Entre el 16 de febrero y el 13 de mayo hubo 204 muertos, más de 1000 heridos graves, 124 iglesias destruidas, 217 parcialmente incendiadas [8](«España es quizá el país con el mayor número de personas que murieron a causa de la fe en este siglo XX»), y fueron destruidos los talleres de los diarios «La Nación«, de Madrid y «Diario de Navarra«, de Pamplona, pese a estar estos protegidos por los obreros. En la Guerra Civil española se enfrentaron los nacionales (los derechistas), a los republicanos (los de la izquierda.) Ambos bandos ignoraron el respeto y la tolerancia. Las circunstancias eran pésimas: una economía retrasada, una oligarquía terrateniente preocupada sólo por sus beneficios, una estructura social con grandes diferencias, unas clases bajas en continuo crecimiento… Desde marzo se venía gestando el Golpe de Estado militar. El ejército se había dirigido al Gobierno aconsejándole un cambio de política, y la respuesta del Ministro de Defensa fue el cambio de destino de los generales más destacados: Franco a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona. Este último coordinó el Levantamiento y buscó el apoyo de las organizaciones políticas opuestas al Gobierno. La sublevación militar se inició en el protectorado español de Marruecos el 17 de julio. Al día siguiente, había levantamientos en casi todas las comandancias militares de la Península. Esta guerra reflejó el enfrentamiento ideológico entre la izquierda y la derecha europeas. Tuvo un carácter moderno, con grandes ofensivas, utilización de tanques, aviones… factores que  presagiaban la Segunda Guerra Mundial.

[9]Se trata de una época de gran inestabilidad periodística, ya que se dan muchos cierres. Hay más periodos de excepción que de normalidad, y la prensa lo sufre de manera notable. Ésta mantiene una gran participación en la Guerra Civil, y lo hace con una finalidad propagandística bien clara. Interpretó un papel protagonista, porque los periódicos que representaban a las fuerzas políticas tenían un discurso más radical que los partidos a los que representaban. Poseían una enorme capacidad de crear opinión, y en los dos bandos se impuso un sistema de control férreo sobre los medios del otro bando: se incautaban de la prensa del enemigo, y ello alteró el panorama periodístico. En 1938, el bando sublevado aprobó una ley para justificar el trato que se le daba a la prensa, y en donde queda clara la orientación antiliberal. Así y todo, en la zona republicana se dio una mayor actividad que en la nacional, por estar los de la izquierda en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao); por la necesidad de motivar a los soldados; y, también, porque los partidos obreros ya estaban acostumbrados de años anteriores a manejar la propaganda.[10]«En el bando republicano, los órganos de la derecha cambiaron de manos. En Madrid, un Consejo Obrero de CNT y UGT decidió incautarse de los periódicos enemigos, como por ejemplo ABC de Madrid, que pasó a Unión Republicana (Martínez Barrio), o El Siglo Futuro (de la Comunión Tradicionalista), que pasó a CNT». Otros periódicos republicanos fueron El Pueblo Vasco, Claridad (de Caballero, líder del Partido Socialista, y [11]«querido colega» de ABC Madrid), El Socialista, La Voz, Ahora y los ya mencionados La Libertad, El Liberal y Heraldo de Madrid. Periódicos cuya idiosincrasia respondía fielmente a la realidad de la República: de izquierdas, con ansias de crear [12]«una democracia de nuevo tipo, antecedente de lo que serían los regímenes comunistas tras el telón de acero», defensores del proletariado, anticlericales, revolucionarios, extremistas, exageradores de la realidad, motivadores, propagandísticos y con un lenguaje improvisado y urgente (estas seis últimas notas compartidas con los periódicos de derechas). 

[13]En el bando nacional, los periódicos de derechas tradicionales continuaron funcionando sujetos a una censura, y «surgieron otros nuevos, órganos del nuevo partido único, surgido en 1937 (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), la mayor parte de ellos procedentes de la incautación de periódicos de izquierda». Entre los «periódicos sublevados», además de los falangistas, destacaron diarios de información general: ABC de Sevilla; El Norte de Castilla, de Valladolid; El Noticiero o el Heraldo de Aragón y La Gaceta del Norte, de Bilbao. Muchas de sus características fueron similares, como se ha mencionado, a las de los periódicos republicanos: revolucionarios, ya que fueron los que se alzaron, exagerados, adoctrinadores de política e ideología, dados a la motivación de sus soldados…; otras, divergentes: Acérrimos defensores de la Iglesia y de derechas (y ello significa estar en desacuerdo con el Comunismo de los de la izquierda: [14]«La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representan los nacionalistas, sean los que fueran sus defectos, que se han batido en su gran cruzada anti-Komitern»).

ABC constituyó un caso verdaderamente original y único. Con el comienzo de la guerra, cesa la publicación de ABC de Madrid (número 10.344 del 19 de julio), y se convierte en republicano, ante el asombro de todos ([15]un soldado llega a preguntar si se trata de una broma), mientras que, en Sevilla, continúa siendo nacional: [16]«Bajo una misma cabecera, los nuevos redactores del madrileño y los habituales del sevillano intentan defender desde una zona y otra la doble realidad de la nueva situación española«. [17]Dice el diario madrileño: «Este periódico tiene frente a sí un porvenir de vida republicana, franca y leal, de honda y sincera compenetración con el pueblo… Combate contra el clericalismo y militarismo, las dos espantosas plagas nacionales que forman el fascismo… Amigo de la libertad y la democracia…». Asimismo, habría que destacar, a propósito de estas últimas frases, esa exageración y falta de visión de los propios errores que decíamos caracterizaba a los periódicos de guerra, ya que el bando republicano habla de libertad y democracia, cuando, paradójicamente, su ideología era de exclusión (del «clericalismo y militarismo»). También los sublevados se contradicen cuando afirman que [18]no odian a los republicanos, y que su alzamiento no se da a causa de venganza.

 [19]Por el contrario, la sublevación militar triunfó enseguida en Sevilla, aunque algunos se hayan resistido en ese primer momento: [20]ABC, el día 20 de julio, invitaba a la rendición, con palabras radiadas por el general Queipo de Llano: «Toda persona que posea armas ha de entregarlas inmediatamente… Las personas de orden y amantes de la verdadera justicia deben presentarse al Gobierno Civil a ofrecer el concurso que su conciencia le dicte…».

[21]En ambos periódicos se puede ver un tono de exaltación, de pasión y de insultos para con el enemigo, y unos objetivos de «opinión, información dada según los propios intereses, propaganda y motivación«: [22]«¡Viva España!, ¡Sevillanos honrados!, Espíritus desaprensivosEscondiendo la cabeza lo mismo que el avestruz… Labor depuradora que el país necesita… Noticias particulares aseguran que Mola ha entrado en Madrid, de donde ha desaparecido el Gobierno… Y [23]¡Viva la República!… Rebelión cruenta y desaprensiva… El triunfo es nuestro¡¡Rendición no la esperes!![24]Los republicanos estaban en la calle para dar la vida por la República cuando fuera menester… u [25]«os veo contagiados en esa ola de valor que, cuando surge, lo arrolla todo». Por otra parte, horrorizadamente, uno puede comprobar que personas de ambos bandos se enorgullecen de matar y, en el caso de los republicanos, [26]de robar a la Iglesia; creen realmente que el fin justifica los medios: [27]«Nosotros no fusilamos sólo a algún soldado. Fusilamos a las gentes, por altas que estén, siempre que hayan faltado a su deber» o [28]«Hágase cargo el proletariado del poder y haga de España lo que merece, y, si es preciso verter sangre, debe verterse».

[29]Algo interesante lo constituye, por otra parte, el asunto de la legitimidad de la sublevación, en los dos diarios. Obviamente, ambos piensan que sus posturas son legítimas «en un juego dialéctico de imposible conciliación», y las contrarias, ilegales. [30]Indalecio Prieto, ex ministro de Obras Públicas en aquel momento,  afirma sobre el Levantamiento: «Rebelión más cruenta de la historia de España… Mide tu equivocación…». Por su parte, el general Francisco Franco habla de «[31]defensa de la nación, situación crítica, anarquía, revueltas de los gobernantes, asesinatos, hambre que lanzará a la desesperación de los trabajadores, ataques a monumentos y tesoros artísticos, pureza de nuestras intenciones…»; Es decir, enumera causas para justificar los hechos. La tergiversación de ellos, la ya mencionada exageración para motivar a las propias gentes y desmotivar a las contrarias, por otro lado, supone un factor clave en este periodo, por parte de ambas versiones: [32]«Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República…, absurdo intento…, el Gobierno domina la situación…, no tardará muchas horas en estar normalizada la situación». Y en la otra España: [33]«En todas partes las fuerzas militares han restablecido ya el orden: Gijón, Oviedo, León… El triunfo total está muy próximo…». Además, resulta inaudito leer un mismo hecho en los dos diarios, ya que difieren totalmente el uno del otro: [34]«Parece que se afirma la noticia de que Valencia se ha unido al Movimiento Nacional«, frente a [35]«Cómo ha evitado el heroico pueblo valenciano la Sublevación en la capital levantina»; un fiel reflejo de esa doble realidad que se vivía entonces, y que continúa aún hoy al continuar España dividida en esas dos ideologías: [36]El general Martínez Monje, para calmar la tensión, comunicó por radio al pueblo de Valencia que la rebelión había sido dominada; sin embargo, «nada de eso era cierto. Más tarde, los líderes sublevados, no viendo salida a su rebelión, se fueron a zona nacional». Por otra parte y sobre idénticos hechos, Fernando Cortázar y José Vesga comentan: «Valencia rechazó militarmente los intentos de asalto de los franquistas, convirtiéndose en el símbolo internacional de la resistencia al fascismo». Otro ejemplo de cambio de una realidad, de versiones diferentes de un mismo hecho, lo crea el caso de la muerte de Sanjurjo. Mientras que en ABC Madrid (5 de agosto de 1936) se dice que la avioneta se estrelló contra el suelo al llevar dos pesados baúles de contenido desconocido, que el piloto huyó sin ocuparse del general, y que, más tarde, se le entrevistó a éste muy duramente, pero que echó la culpa a un piloto portugués; en ABC Sevilla, se ofrece otra visión de los hechos, divergente hasta en los más nimios detalles, informando de que el avión se estrelló contra un muro, porque las condiciones del aeródromo eran malas, y que el piloto «fue despedido del aparato y Pudo salvar la vida». [37]Lo cierto es que en la actualidad se dice que Sanjurjo llevaba un gran baúl con el uniforme de gala que se pondría para celebrar que iba a ser el Jefe de Estado, y que, además, el aeródromo era pésimo. Se dieron también rumores de que este accidente pudo ser un atentado o un sabotaje, pero nunca se pudo demostrar nada.

En definitiva, los periódicos de esta época se presentaban como apasionados, desenfadados, manipuladores, propagandísticos, motivadores, defensores a muerte de una causa que creían justa, atacantes continuos de causas contrarias… se presentaban como los auténticos líderes de la guerra, como los verdaderos protagonistas de ella, luchando unos contra otros, como si en el campo de batalla se hallasen. Por ello, no constituían periódicos de guerra, sino que eran y se les nomina: periódicos en guerra.  

 

 

 

 


[1] Información obtenida de los apuntes de Historia Contemporánea de España, asignatura impartida por Don Francisco Javier Caspistegui, en 2001.

[2] Información obtenida del libro Breve Historia de España, de Don Fernando G. de Cortázar y José M. González Vesga, Alianza Editorial, Madrid, 1994.

[3] Historia Contemporánea de España, de Don Francisco Caspistegui.

[4] Breve Historia de España. Fernando de Cortázar y José G. Vesga.

[5] José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera, Historia del periodismo español  desde los orígenes hasta 1975, Eunsa, Pamplona, 1992.)

[6] «El diario ABC, enemigo de la República española y de la autonomía catalana» por José Luis de la Granja Sainz, que habla, en este artículo, del libro de Josep Figueres, Història de l´anticatalanisme. El diari ABC i els seus homes, 1997, Tarragona.

[7] Información obtenida de Historia Contemporánea de España, de Francisco Caspistegui.

[8] Jesús Colina, corresponsal en Roma, transcribe cuanto se dijo en el Congreso sobre la persecución religiosa en España (1931-1939), celebrado el 20 de enero pasado, en la sede del Ateneo Pontificio Apostolorum.

[9] Ideas sacadas del libro Historia del periodismo español desde los orígenes hasta 1975, José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera, Eunsa, Pamplona, 1992.

[10] Cita e información de Historia de la prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero, Centro de estudios Ramón Areces, 1994.

[11] «»LA RECOGIDA DE NUESTRO NÚMERO DE AYER» (ABC Madrid, 2 de agosto de 1936)

[12] Cita de Francisco Torres García en su artículo La Tercera República Española o la República revolucionaria, publicado en el número 74 de la revista Arbil.

[13] Información y cita obtenida de Historia de la prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero, Centro de estudios Ramón Areces, 1994.

[14] Cita de Besteiro, Presidente del Consejo de Defensa, en un memorando privado, que, años más tarde, en un artículo de Arellano, reprodujo ABC de Madrid en su número del 1 de abril de 1963.

[15] «LA SORPRESA DE UN SOLDADO ANTE ABC REPUBLICANO» (ABC Madrid, 26 de julio de 1936)

[16] Los dos «ABC«-de Madrid y de Sevilla- en la primera fase de la Guerra Civil, María Dolores Saiz.

[17] «ABC, REPUBLICANO» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936)

[18] «LA PATRIÓTICA ALOCUCIÓN DEL GENERAL FRANCO AL INICIAR EL MOVIMIENTO» (ABC Sevilla, 23 de julio de 1936)

[19] Idea sacada de María Dolores Saiz.

[20] «VIVA ESPAÑA» (ABC Sevilla, 20 de julio de 1936)

[21] Idea y cita obtenida de Saiz.

[22] «VIVA ESPAÑA» (ABC de Sevilla, el 20 de julio de 1936)

[23] «¡VIVA LA REPÜBLICA!» (ABC de Madrid, el 25 de julio de 1936)

[24] «AL FIN, LA REPÚBLICA VA A SER REPUBLICANA», de Augusto Vivero (ABC Madrid, 6 de agosto de 1936)

[25] «¡VIVA LA REPÚBLICA!» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936)

[26] Información obtenida de «LIMPIA HONRADEZ DE LAS MILICIAS NACIONALES» (ABC Madrid, 4 de agosto de 1936)

[27] «UN EX MINISTRO DE LA MARINA FUSILADO» (ABC Sevilla, 8 de agosto de 1936)

[28] Indalecio Prieto, el 4 de febrero de 1934 en el cine Pardiñas de Madrid.

[29] Idea y posterior cita obtenidas de Saiz.

[30] «¡VIVA LA REPÜBLICA!» (ABC Madrid, 25 de julio de 1936).

[31] «LA PATRIÓTICA ALOCUCIÓN DEL GENERAL FRANCO AL INICIAR EL MOVIMIENTO» (ABC Sevilla, 23 de julio de 1936)

[32] «NOTAS OFICIALES RADIADAS POR EL GOBIERNO ACERCA DEL MOVIMIENTO MILITAR» (ABC Madrid, 19 de julio)

[33] «UNA NOTA DEL GENERAL FRANCO» (ABC Sevilla, 22 de julio de 1936)

[34] Titular de ABC Sevilla, 28 de julio de 1936

[35] Titular de ABC Madrid, 28 de julio de 1936.

[36] Información y cita de Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días, ediciones Grijalbo, S.A.

[37] Información obtenida de Internet (http://usuarios.lycos.es/guerracivil/sanjurjo.htm)

La prensa de partido frente a la prensa noticiera (el caso navarro)

A lo largo del siglo XIX, la actividad periodística española se mezcló con la política. Ya en la década de los treinta existían organizaciones políticas, se celebraban elecciones de modo regular, y, en esta época isabelina (1833-1874), aunque se sucedieron distintos gobiernos, se dio una estabilidad de fondo marcada por un orden liberal.

El elemento imprescindible para un partido político lo constituía un periódico: por este canal se daban a conocer las campañas electorales, en su sede se reunían los miembros del partido, constituía centro de conspiración, y otras funciones subsidiarias parecidas. Así, el medio impreso se convertía en instrumento de la organización política, confiriéndole cohesión y operatividad, a la vez que se iba configurando de modo peculiar la actividad periodística. A los periódicos les era imprescindible contar con una institución que les apoyase, ya que necesitaban financiación; de modo que estos aún no tenían capacidad de crear sus propios recursos para subsistir, lo que significa y denota una considerable debilidad del periodismo en aquellos tiempos. Todo periódico de información general vivía a la sombra de un partido político, y no existía una idea definida de la profesión de periodista, no había una coherencia profesional: los que elaboraban información eran políticos, escritores o personas que aspiraban a desarrollar estas actividades algún día. El periodismo, para ellos, significaba un paso intermedio en la carrera de sus aspiraciones. Digamos que, como no se daba una verdadera estabilidad política, tampoco surgía la de la actividad periodística, al ser las dos actividades complementarias.

En 1847, Santa Ana, un innovador en la actividad periodística española, comienza a trabajar como secretario de un duque (casado con una hermana de Isabel II), y, en el 48, confecciona para él unas minuciosas cartas sobre la vida política madrileña: así pues, en octubre, nace la Carta Autógrafa, lo que pasará a llamarse, en 1859, La Correspondencia de España. Para algunos estudiosos, un mero servicio de noticias, antecedente de las agencias de prensa; para otros, el primer paso de la prensa noticiera, un periódico informativo, ya que no se encontraba ligado a los intereses de las organizaciones políticas, y financiado por la publicidad inserta en sus páginas, y no por un partido político. Otro de los diarios pionero en desligarse de partidos políticos fue El Imparcial, que alcanzó su máximo desarrollo en los años setenta.

A mediados de siglo, con el desarrollo del correo, del telégrafo y el surgimiento de la idea de salir a la calle a conseguir la noticia, el periodismo parece comenzar, con pequeño paso, la larga etapa hasta su definición. Corto paso, ya que no es hasta 1865 cuando se crea la primera agencia de noticias en España; continúa dándose una escasa elaboración de las noticias; y, además, el telégrafo se encuentra en manos de instituciones, así que está sometido a un control gubernamental, a una censura. Sin embargo, las nuevas tecnologías permiten que esta actividad cobre fuerza. Por ejemplo, en España, las fábricas productoras de papel fueron aumentando en número durante la segunda mitad del XIX y principios del XX.

En 1874 llega la Restauración, periodo que termina en 1885 con la muerte de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, su mujer, hasta 1902. En esta época, la prensa va a adquirir una mayor capacidad de influir y crear opinión. El sistema político está conociendo una estabilidad que se asemeja al modelo francés: es el régimen de Cánovas del Castillo, que dio forma al sistema de dos partidos (conservador y liberal), alternándose en el poder bajo el marco legal de la Constitución de 1876. Constitución que asevera que existe ahora una libertad religiosa: el estado deja de ser confesional católico, algo que levantó una gran polémica entre los sectores confesionales.

En 1883 se aprueba la ley de prensa, por la firmeza adquirida de la vida política, una realidad que confirió una mayor estabilidad a la actividad periodística e hizo que el liberalismo se consolidase. Antes de la aprobación de la ley de 1883, se consintió el Decreto de 29 de enero de 1875, que era muy restrictivo. Cánovas se encontraba al frente del Gobierno y la prensa se veía negativamente. Se buscaba con el decreto, sobre todo, la defensa de la monarquía, y, para conceder licencias de publicaciones, el derecho lo ejercía el ministro de gobernación, que censuraba cuanto quería. Con la llegada del partido fusionista liberal al poder, en 1881 con Sagasta, la libertad de la prensa fue aún mayor, aunque se seguían censurando publicaciones. Por otra parte, la Iglesia también ostentaba el poder de censura, e «influía mucho mediante recomendaciones y detracciones» (Historia del Periodismo Español desde los orígenes hasta 1975. de José J. Sánchez Aranda y Carlos Barrera. Eunsa, 1992).

A fines del XIX, comienza a cambiar la realidad española, con la aparición de la opinión pública (que pasa a ocupar un papel clave en el funcionamiento del sistema político) y el movimiento obrero, y la prensa, por tanto, también empieza a evolucionar. Se trata de una época de alternancia en el poder, sin revoluciones; de debate público, sin armas. Los nuevos periódicos (prensa noticiera) convivieron durante años con los políticos (no ya de partido), aunque tuvieron sus orientaciones ideológicas concretas. Así, por ejemplo, en 1913, había «156 periódicos de información frente a 586 políticos» (Historia de la Prensa, de Alejandro Pizarroso Quintero. Centro de estudios Ramón Areces, 1994). Este fenómeno no se transforma en prensa de masas, como en el resto de Europa, pero sí se consigue una mayor difusión que en los años anteriores a la época de la Restauración.

En Navarra, es de destacar La Tradición Navarra, subtitulado «Diario Católico-político», que apareció el 6 de octubre de 1894, y lo redactaba la Junta Regional del partido integrista en Navarra. Discrepaban de los que aceptaban la monarquía constituida, por ser estos liberales, ya que para los integristas ello significaba ser contrarios a sus principios religiosos, y se oponían también a los carlistas por advertir en ellos una caída en un oculto liberalismo. El antecesor de este periódico es El Tradicionalista, que cerró un año antes.

En la línea carlista, es de destacar uno de los diarios objeto de estudio de este ensayo: El Pensamiento Navarro, que surgió el 17 de octubre de 1897, y fue continuador de La Lealtad Navarra. El Pensamiento fue el órgano oficial del partido carlista en Navarra, fundado y dirigido por su Junta Regional. Surge con cierta originalidad, con unas características propias diferentes a las de los otros periódicos oficiales de partidos, y es que mantiene una preocupación por lo informativo, además de no insultar a sus rivales y saber evitar los aburridos editoriales tan propios de la época. «Se trata del primer periódico moderno de Navarra» (La Prensa Navarra a fines del XIX. Ana María Calzada. Universidad de Navarra, Instituto de Periodismo, 1964, Pamplona). Leyendo el propósito de El Pensamiento Navarro, queda bien claro cuáles son sus características en el plano político y religioso: El carlismo es la única fuerza capaz de restablecer España y terminar con las negativas consecuencias del liberalismo, el foralismo es fundamental en su programa y el catolicismo se aprecia en cada una de sus frases. Resulta increíble el tesón y la fuerza que se refleja en su programa, su apasionamiento por la causa que quieren defender. Ejemplos de sus ideas y de este ardor político y religioso son: «Soldados somos de la bandera carlista… energías…, entusiasmos…, corazón…, defenderemos…, combatiremos…, solicitar la censura eclesiástica…, se pone incondicionalmente a las órdenes de nuestro prelado…, hijo sumiso y fiel servidor…, ardores de su corazón…, sentimiento monárquico tradicional y fuerista…, luchar en la palestra…».

Durante unos meses, salió a la calle con un título distinto, por una intentona carlista fallida en 1899, por la que el Gobierno suprimió todas las publicaciones afines al carlismo. La tirada de este diario era de 1800 ejemplares.

En esta época de finales y principios de siglo, adquirió especial relevancia la cuestión de la ortodoxia cristiana. En España surgieron, en esta línea, periódicos católicos como El Universo, La Verdad, La Gaceta del Norte, El Correo de Andalucía… Existía «la buena y la mala prensa», siendo la católica la primera, y la liberal, la segunda. En Pamplona, se puede decir que no existía «mala prensa», ya que casi todas las publicaciones eran católicas por encima de todo. Eustaquio Echave-Sustaeta, primer director de El Pensamiento Navarro, para demostrar este sentimiento católico navarro tan profundo, hizo esta comparación: «La moral de Pamplona está por encima del violín de Sarasate». Los que conocían la admiración de los navarros por este músico «entendieron perfectamente lo que quería decir» (La Prensa Navarra a fines del XIX«. Ana María Calzada. Universidad de Navarra, Instituto de Periodismo, 1964).

Diario de Navarra nació el 25 de febrero de 1903, y parecía que tenía unas características diferentes respecto a la «buena prensa». En su programa, se presenta una redacción original, distinta. Se le echaba en cara a esta publicación su elusión a la cuestión del Catolicismo; sin embargo, dice bien claro: «No tenemos por qué escuchar otras voces que las de la conciencia propia formada al calor de los principios de la religión católica«. Quizá no afirmaban esta idea diez veces, ni lo hicieron con el ardor de otros diarios, y ello fue suficiente para que les tachasen de anticatólicos. Desde luego, para este diario, la motivación religiosa no fue la primordial. Parece, también, leyendo sus principios editoriales, que aspiraba a llegar alto: «Venimos a informar a nuestros lectores de los sucesos del mundo«.  Y, por supuesto, algo fundamental es que se trataba de prensa noticiera y no de partido: «Ni escuelas ni partidos, imparcialidad, verdad, justicia…, respeto a las opiniones políticas, censura al opresor, voz al oprimido, libertad a la crítica…, principios morales…, no al personalismo…. no tenemos compromiso ni con la derecha ni con la izquierda…».  Otros aspectos que se deben destacar de Diario de Navarra es su amor a Navarra: «Amor a nuestras leyes forales…, alma de todos los navarros«; y, por otra parte, su deseo de elevar el grado intelectual de la sociedad. Esto lo demuestran con sus palabras: «Poner al servicio de los lectores nuestro modesto esfuerzo, para orientar la opinión en sus desvaríos, buscando a veces con ella también corrección de los yerros propios». Diario de Navarra tenía, pues, unas determinadas características. Era: «instructivo, informativo, religioso, independiente, conservador, navarrista e imparcial» (Los comienzos del Diario. José J. Sánchez Aranda. Ediciones y Libros, S.A. Pamplona, 1983)

Así pues, una vez descrita la situación de la prensa española a finales del XIX y principios del XX, y habiendo analizado brevemente los dos diarios objetos de estudio, señalando ambas idiosincrasias, sólo nos queda compararlos para comprobar cuáles son sus principales semejanzas y diferencias.

Como semejanzas, habría que señalar el interés por lo informativo, ese sentimiento de amor a la patria, Navarra, y a los fueros, que profesan los dos periódicos; y, por otra parte, su afinidad con la religión católica. Estos son los tres puntos en los que coinciden ambas publicaciones. Sin embargo, bien cierto es que, en una y otra, resultan diferentes los modos de expresar esa conformidad: ya se ha comentado la manera exaltada de la que hacía gala El Pensamiento Navarro, mientras que en Diario de Navarra el resultado se tradujo en un tono de calma y sosiego. Parece que uno sale a la calle con ansias de embriagadora lucha, de febril combate, de ríos de sangre, podríamos decir, y el otro, con deseos de pugna, pero una silenciosa contienda bien distinta: la lidia contra la ignorancia del pueblo. También es de destacar la consideración que de ellos mismos tienen estos diarios: El Pensamiento sale a la luz muy seguro, conocido (por sus ideas) «de toda la vida», agresivo, chulo… En su propósito se dice: «Después de las anteriores manifestaciones de nuestras autoridades políticas, nos creíamos relevados a escribir estas líneas para presentarnos al público» y «No vemos la necesidad de hacer un minucioso trabajo para hacernos conocer ante el público». Diario de Navarra lo hace con una fuerza mucho menor. Se trata de un proyecto nuevo, desconocido, diferente al resto de las publicaciones, y eso se nota. Además, a diferencia del otro diario, afirman y escriben con modestia: «Poner al servicio de los lectores nuestro modesto esfuerzoyerros propios«.    

En relación con las diferencias que se dan entre ambos diarios (aparte de las ya citadas), la primordial, en la que quizá se engloben las demás, sería que El Pensamiento pertenece al Carlismo, es decir, se trata de prensa política, de partido (aunque tratase también lo informativo); y Diario de Navarra se declara Periódico Independiente, imparcial, o sea, prensa noticiera. La pertenencia a un grupo u otro determina en buena medida ese tono, ese estilo de redacción del diario; los contenidos del mismo; sus aspiraciones…

 

Lo que queda bien patente tras el estudio es que ambas publicaciones han contribuido en suma medida a la historia del periodismo, a la evolución de un arte que, en aquellos tiempos, tanto necesitaba un cambio.